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A LA VENTA

Elsa Flores Hernández

Condenadas caminamos por la ciudad; la cosificación de nuestro cuerpo aparece como mensaje subliminal en cada rincón, debemos ser consumidas para demostrar el valor de nuestras vidas, somos solo un objeto de entretenimiento varonil.

He nacido en una industria patriarcal, donde me vendieron el color rosa y dispusieron de mi cuerpo al ponerme aretes en el lóbulo de las orejas. De niña, mis juguetes eran para dictarme el rol que una mujer debe tener en esta sociedad: tuve muñecos para que aprendiera a ser mamá, me compraron una cocinita para decirme donde iba a pertenecer el resto de mi vida y me dijeron que el maquillaje es indispensable para una. Cuando fui adolescente, tenía que seguir la imagen delgada, callada y sumisa que mostraban los medios de comunicación porque de esta forma es como nos dicen que debemos ser para que los hombres se fijen en ti, como si eso fuera lo más importante en nuestras vidas. A los 19 años comienza la pregunta de cuántos hijos vas a tener sin siquiera preguntar antes si quieres ser madre.

Es como si por cada cosa "femenina" comercial sumará puntos en nuestra vida para que entre más tengas mejor mujer eres; 10 puntos si usas vestido, 8 si vas depilada, 12 si sabes cocinar porque te obligaron a atender a tu padre y hermanos desde pequeña, 6 si lavas la ropa.

Como mujeres, nos han enseñado a consumir desde que nacemos, porque se nos ve como objetos que pueden adornar de la manera que quieran. Pero jamás nos han dicho que también somos creadoras, que en nuestras manos existen respuestas. Consumimos para ser consumidas, tenemos que ser atractivas de una forma sexual porque nuestro cuerpo sigue sin ser libre, los hombres aún se proclaman conquistadores de nuestra piel, pensando que los billetes que avientan ya nos hacen menos humanas y más suyas, ocasionando una cadena de violencia y opresion hacia todas nosotras, pues aunque nos dan el discurso de libertad sexual, siempre es en términos patriarcales, porque entonces está bien que una mujer venda su cuerpo para los hombres pero nadie cuestiona por qué lo está haciendo. ¿Qué pasa en el Estado para que seamos foco de marginación y, al ya no tener nada, seamos obligadas a vender nuestro cuerpo? ¿Por qué somos nosotras vendidas y no ellos?

Con los cambios llevados a cabo en los años 80, la globalización abre paso a más discursos; ahora no sólo se tiene que cumplir con el estereotipo de mujer mestiza, sino que la globalización trae consigo el discurso de occidente y de Norteamérica, estamos siendo producidas para un consumo mundial gracias al libre mercado, cualquiera puede tener acceso a nosotras, pues correspondemos comprando mercancías de empresas multinacionales, aumentando nuestro valor.

Que mal se siente saber que existen tantos límites para que podamos sentirnos vivas.

Que mal se siente ver cómo existe una presión odiando tus defectos.

Que mal se sienten las miradas que quieren comerte las piernas.

Que mal se siente no saber que hacer.

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