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Género: ¿cómo el género estructuró mi realidad?

Por Ankaret Alfaro

El género que se me impuso definitivamente ha marcado y construido la persona que actualmente soy desde incluso antes de nacer, aunque fuese el “equivocado” acorde a mi sexo: cuando mi madre aún estaba embarazada, mi familia creía que iba a ser varón, por lo que absolutamente toda mi ropa era azul. Pero al nacer, mi familia y la gente que me rodeaba, y me atrevo a decir mi mundo, no tardó en explotar en furor por las muñecas, los peluches, los vestidos, las coletitas, todo en una explosión de colores rosados.

Se me encaminó a adquirir una personalidad rosa, delicada, bien portada, y así crecí. Mis tías no tardaban en suponer mis gustos y los regalos siempre eran los mismos: muñecas, ropa linda, juegos de té, libros de princesas (puede que en algún momento no me haya realmente gustado alguna de las anteriores cosas y más bien fue un gusto adquirido). Y claramente esto no era libre a malas caras porque mi comportamiento también estaba regido en suposiciones: si soy niña y por lo tanto -debo- ser femenina, me dejaron claro bajo múltiples regaños y castigos que mi lugar de juego no era junto a los niños, porque debo ser delicada, porque una princesa no juega luchitas, porque una nena no hace malas caras ni dice groserías, una nena no es tosca, no se pelea, no contesta, no muestra los calzones en el juego ni hace berrinche porque .

En ese sentido, me fueron encaminando al lugar de la pasividad: jugar en la cocina, jugar con los bebés de plástico, a comportarme como una “señorita” y a verme bonita.

¿Cómo me formé gracias a todo lo anterior? Crecí siendo una inútil físicamente creyendo que lo soy porque soy mujer, porque nunca pude desarrollar mi intrepidez, mi agilidad a nivel juego, porque claro que pude haber sido una intrépida gimnasta o una ágil bailarina, pero en mi día a día, no es que mis primos sean mejores físicamente, sino que a ellos no les impidieron desarrollar sus habilidades -básicas- físicas.

Crecí creyendo que mi valor radica en mi belleza, y que cuan más hegemónica sea esta, más válida soy, cuan más delgada más admirable, cuan más discreta, pasiva y sonriente sea, más respetable. Actualmente todo lo que soy, desde mi comportamiento secundario, mis hábitos quisquillosos y perfeccionistas; y mis gustos rosas fueron establecidos desde una imposición de nacimiento.

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