top of page

Matar al mensajero

Por Rodrigo Chávez

La politización de los ciudadanos de un país trae consigo enormes ventajas, como lo pueden ser la postura clara y consciente de quienes ejercen sus derechos, la defensa de las leyes y las instituciones, el posicionamiento claro sobre los diferentes puntos del espectro ideológico y una mejor y más clara postura sobre las medidas que el gobierno toma o, en dado caso, al partido al que se afilian. Pero uno de los puntos más difíciles en México es encauzar esta politización que muchas veces termina demostrando la polarización por clase, género e incluso color de piel, que existe en este territorio incluso desde antes de llamarse México. Como mencioné en la columna que correspondía a la polarización, AMLO no es su iniciador ni mucho menos tiene la capacidad de generarla de la nada, simplemente ha sabido capitalizarla a nivel político, pero poco a poco parece salirse de las manos de los actores de la vida política. Para hablar sobre esto debemos de recordar, una vez más, que la sociedad está bipartida entre quienes ven en Andrés una esperanza de cambio y en quienes consideran que el macuspano es un peligro para México. Así es, volveremos al pasado en este espacio las veces que sean necesarias para comprender los problemas que atañen al México de 2020.

Analicemos, por ejemplo, de dónde es que ha surgido esta división. Por parte de Andrés podemos decir que es un gran estudioso de los sistemas políticos latinoamericanos y entusiasta de la teoría neomarxista, en el sentido de identificar con éxito las líneas opresor-oprimido que se desarrollan en la vida nacional, y a través de ello poder ganar adeptos a lo que hoy conocemos y vivimos como la 4T.

En el caso de los ahora opositores, esta polarización surgió en 2006 con la campaña de “un peligro para México” que buscó en todo momento generar incertidumbre y un estado de terror entre los electores de aquel lejano momento, una campaña que cumplió su función, pues a catorce años de esto siguen repitiendo ideas de estos spots.

Ahora, entendiendo esta polarización hablemos sobre medios de comunicación; ser comunicador en México es un trabajo difícil y de sumo riesgo, pues según los datos del propio presidente, durante 2019 se registraron los asesinatos de 15 periodistas, uno de los índices más altos en el mundo y el mayor para un país que no está en guerra. De igual forma, la organización Artículo 19 declaró que el 99.3% de estos asesinatos no son investigados de manera objetiva, exhaustiva e imparcial, es decir, no se investigan como deberían. Para obtener más y mejor contexto recomiendo los documentales “No se mata la verdad” y “Silencio radio”, que hablan sobre cómo funcionan los aparatos estatales para silenciar a ciertos periodistas incómodos, cuyas investigaciones se enfocan a, por ejemplo, los nexos entre el poder político y los carteles de las drogas.

Bajo este contexto en el que los comunicadores juegan una partida muy delicada, entre decir la verdad o dejar la vida si se acerca demasiado a los nexos de aquellos que ostentan el poder y la guerra, muchas veces irracional, entre los que simpatizan o no con el presidente se desarrolla la valiosa labor periodística.

Voces comprometidas y valientes como la de Carmen Aristegui nos han acompañado a lo largo de la noche neoliberal, y muchxs de nosotres hemos crecido con ella como una fuente valiente, confiable y capaz de poner en aprietos al poder. Por otro lado, y en aras de mantener no solo asegurada la vida sino sus espacios en los medios de comunicación, muchxs vimos a López-Dóriga y a Carlos Loret de Mola en su apogeo y su precipitado descenso; ellos, contrarios a Carmen, son voces y figuras que decidieron acercarse de manera insana a las cúpulas partidistas y al gobierno anterior, haciendo de eso su negocio principal y su mayor fuente de ingresos; esto les valió no solo su salida de dinero junto con el fin del peñanietismo, sino la legitimidad entre las audiencias, que sin lugar a dudas, ha sido esta última la más difícil de permear. Muy pocas o casi ninguna de las personas confía ya en ellos como fuente de información, pero debemos entender, sin justificar, que lo que Loret de Mola y López-Dóriga hicieron fue parte de una estrategia común, heredada de las épocas doradas del priísmo, en donde controlar a los comunicadores era controlar la información y la opinión pública; quizá de ahí surja el reciente acoso y persecución que ha sufrido Carmen Aristegui.

El problema que enfrenta Carmen es un problema muy distinto a los muy diversos que enfrentó en el pasado, pues mientras anteriormente la censura, la persecución e incluso el golpeteo venían ligados a órdenes dadas desde Bucareli o desde los mismos Pinos, esta vez viene de la sociedad fracturada: Carmen presentó a inicios de esta semana una investigación sobre el uso de “bots” o cuentas falsas que utiliza la agencia “NotiMex”, el portal de noticias del Estado mexicano. Carmen, fiel a su ética, presenta información verificable y real sobre la contaminación de cuentas automatizadas para fines de visibilización y captación de atención de la opinión pública. Curiosamente en esta ocasión aquellos aliadxs de la 4T que siempre habían respaldado su trabajo se le han ido a la yugular acusandola, falsamente, de haber dicho que los seguidores de AMLO son bots, cuando lo que Carmen ha tratado de evidenciar es lo falso que resulta guiar la opinión pública de acuerdo a las respuestas a “post” en redes sociales. El ataque no ha sido, en lo más mínimo dirigido a su trabajo ni mucho menos ha venido acompañado de argumentos; algunos simpatizantes de la 4T han generado un discurso de odio y un ambiente de persecución personal, cayendo en las más viejas tácticas de despretigio por cuestiones personales e inventando un supuesto nexo entre Carmen y un ex funcionario de la época peñanietista. Parece que a algunos sectores del lopezobradorismo no les molesta introspectar sobre las malas prácticas de las agencias sino el que eso se señale, quizá estos individuos creyeron que se seguiría la vieja trama de comprar a lxs comunicadorxs para obtener una uniformidad de opinión, cosa, que por supuesto no fue y ojalá jamás sea así.

Si para este punto usted lectora, lector, ha dicho «por supuesto, así son “los de la cuarta”», y cree que de algún modo esta columna le concede algún tipo de superioridad moral, déjeme decirle que está muy equivocado, pues el bando contrario no está tan alejado de estas mismas prácticas. Un caso muy recurrente en tuiter es el ataque que se le hace a Estefanía Veloz; a ella la han atacado por traer a la mesa conceptos tan necesarios como “pigmentocracia”, para hablar de tipos de racismo invisibilizados en el país; la han atacado por su postura afín al movimiento feminista, por su filiación política, y se han metido incluso con su padre; después de que Arne tuiteara que el padre de Estefanía asesinó a Colosio, las y los usuarios de twitter afines a la ideología de Arne atacaron ferozmente a la joven comunicadora, insultándola y cayendo en la misoginia. Incluso ante las declaraciones tan irresponsables de Andrés Manuel, es común verles exigiendo a Estefanía respuestas, aclaraciones e incluso disculpas por lo que ha emanado de la boca del presidente.

Lo anterior nos deja dos principales preguntas en el aire: ¿es el trabajo de estas dos mujeres lo que incomoda a los usuarios de la red social, o es nuestra misoginia escudándose en cualquier cosa para sepultar voces de mujeres comprometidas con su trabajo y sus afiliaciones? Y la segunda: ¿No es acaso que la 4T y el lopezobradorismo representan un cambio de las formas anteriores de hacer política? Porque de ser así, el alejamiento del poder político con el poder mediático es pieza clave. Exigirle a Carmen docilidad ante aquellas cosas que no están bien sería una regresión imperdonable para el gobierno actual.

Desde este espacio hago un llamado a introspectar acerca de nuestras dolencias con las referentes femeninas, que se dan en los medios y en el poder político. Podemos disentir y dudar sobre las intenciones o fines que se persiguen, eso es sano, pero el acoso que recae sobre aquellas que entran en los juegos de poder y que en su mayoría aportan cosas valiosas a las discusiones es simplemente inadmisible, como inadmisible es el uso de “bots” para permear la opinión pública. La polarización política debe estar encauzada, y la política debe entenderse siempre como una lucha de ideas, aquellos terrenos de las ideas son siempre ajenos a los terrenos de la persona y sobre todo, se alejan de lo físico.

Luchar contra una idea o defender la propia nunca va a justificar el ataque a aquellxs que no la comparten; las ideas no son las personas, y no son inamovibles. Matar al mensajero no es ningún triunfo, matar al mensajero es una forma de decir que el mensaje nos arrebata la razón.

A Carmen y a Estefanía mi completo respeto y admiración por su trabajo arduo y tan relevante para la vida pública.

bottom of page