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Libertad y Covid-19

Por Rodrigo Chávez

La democracia y la libertad son dos conceptos hermosos y preciados pero en extremo frágiles, las amenazas y los problemas ponen en entredicho ambas cosas; desde nuestra necesidad de crear al Estado para protegernos de nosotrxs mismxs al inicio de la historia social, hasta la infame creación de los ejércitos para defendernos de les otres en las épocas expansionistas, hemos tenido que transitar entre el entregar nuestra libertad y el obtener un sentimiento de seguridad. Hoy el covid nos trae de vuelta a esta eterna paradoja.

A 7 meses del inicio de los contagios en el país y de la estrategia de distanciamiento social que parara la economía nacional, hemos sido testigxs en carne propia de uno de los fenómenos más complejos del ser humano, su capacidad de adaptación a las amenazas. Según Bauman uno de los mayores problemas del “estado de crisis” es que su efecto es sumamente limitado, pues con el paso del tiempo el miedo de la crisis va disipándose y es aceptado como algo propio de la vida. A pesar de que Bauman utiliza este concepto en lo económico podemos traerlo aquí para hablar de cómo es la vida después de estos meses.

Al principio el desconocimiento nos invadió de miedo y el enemigo era el virus, muchxs de nosotres tuvimos ansiedad, ataques de pánico u algunas otras dificultades psicoemocionales por la pandemia. Hace unos tres meses algunos temerarios comenzaban a salir después de disipada la  jornada de sana distancia, no obstante muchxs seguimos optando por estar en casa. El miedo ya no era el mismo, el insoportable temor fue desapareciendo y a pesar de tener la posibilidad de salir seguíamos dispuestos a refugiarnos en casa. Después de que esos primeros temerarios y mal vistos individuos parecían dejar atrás cualquier ápice de protección comenzamos, de algún modo, a tomarle confianza a la amenaza y con ello comenzaron a llenarse las plazas públicas, la premura laboral por reactivar el modelo económico contribuyó en gran medida a esto, y es así como llegamos al domingo 1 de noviembre y el lunes 2, en el que pudimos ver una gran concentración de personas en las calles de la Ciudad de México. Vimos a través de las redes sociales las fiestas que muchxs hicieron y las aglomeraciones a las que se expusieron… El miedo ya no existe, asumimos el covid como algo menor, como algo inevitable y caemos en el error de la irresponsabilidad.

Las conferencias informativas de Hugo López-Gatell siguen sucediendo cada día a las 7:00 PM, el personal de salud sigue librando batallas inmensas para salvar miles de vidas, seguimos buscando una vacuna o una cura que aún no llega y el virus sigue ahí afuera, infectando a miles de personas, pero entonces, ¿por qué nosotrxs ya no queremos cuidarnos?

Una de las respuestas más simples podría ser que necesitamos que las autoridades de cualquier orden deben cuidarnos y poner a la fuerza del Estado a obligarnos a quedarnos en casa, pero ese pensamiento tiene un error, la fuerza tampoco es suficiente, en Europa se optó por este tipo de estrategias a comienzos de año y, ante la amenaza inminente de un rebrote, los pobladores hoy no están dispuestos a volver a entregar su libertad a los cuerpos represores del Estado, los enfrentamientos en Italia son muestra de ello, el miedo a la represión también sigue el patrón ya establecido de la asimilación del miedo.

¿Es acaso que estamos perdidos y no tenemos escapatoria? ¿Deberíamos quemar en una hoguera a López-Gatell? ¿Marchar para que AMLO se vaya de la presidencia o quizá afiliarnos masivamente al “Sí por México”?

Curiosamente la respuesta puede ser mucho más sencilla: seamos adultes, jóvenes y niñxs responsables, quizá esto sea muy difícil de asimilar pero tal vez no necesitamos a un policía con macana detrás de nosotrxs golpeandonos a cada momento, quizá lo que necesitamos es asumir que somos personas libres, que podemos ir a un antro o juntarnos con trescientos amigues a besarnos entre todes, pero que sería sumamente irresponsable para conmigo y con les demás, quizá debemos asumir que somos lo suficientemente grandes para asumir nuestra responsabilidad activa y rechazar esa fiesta, quedarnos a salvo, decirle a ese familiar que no es buena idea hacer esa reunión con la abuela porque podríamos dañarla y dañarnos entre todxs, que no es una brillante idea ir al templo o la iglesia aún, uno no necesita una bota militar para ir al baño, tampoco la necesitamos para vivir una pandemia.

La idea de que podemos entregarnos a las fuerzas armadas como si estuviéramos en un estado pleno de indefensión es uno de esos vicios sociales heredados de la época oscura del priato en la que si algo se ponia dificil mejor se le reprimía sin temor, no obstante debemos entender que eso es muy peligroso, como dije en su momento, un Estado de excepción es una forma en la que la sociedad y el gobierno se declaran incompetentes y entregan el poder a quienes tienen muchas armas pero poca razón. A pesar de que en la actualidad siento en carne propia la desesperación y también la impotencia al ver como con aires plenos de cinismo se presume en redes sociales una apatía total y una inconsciencia generalizada, sigo firme en creer que la opción correcta no puede ni debe ser el dejar en manos de organizaciones fácticas el poder que debe residir en cada unx de nosotrxs.

Donde hay militares, policías o fuerzas coercitivas hay violencia, violencia que hace unos meses le costó la vida a Giovanni López en Jalisco  y que seguramente costaría miles de vidas si eso se volviera una estrategia generalizada.

La batalla no está perdida, pero parece que cada vez hay menos personas dispuestas a librarla con quienes ven la muerte cara a cara en cada turno laboral. Si bien no debemos dejarle a los que tienen las armas nuestra libertad, tampoco deberíamos usar esta libertad para ser indolentes, nada ganamos con las fiestas y el cinismo en redes sociales, por el contrario, mandamos un mensaje muy doloroso, es como decirle a quienes arriesgan su vida por lxs demás que su trabajo nos importa poco, que no son relevantes, le decimos a las familias de aquellos que el Covid ha vencido, que somos mejores que ellxs, que nos reímos en su cara de su dolor, cuando nos burlamos de las medidas que tratan de convencernos de cuidarnos a nosotrxs mismxs sólo demostramos que somos lo suficientemente infantiles para no entender que es nuestra salud la que está en juego.

Por supuesto que no se trata de tener miedo incesante, se trata de ser sensatos, se trata de hacernos responsables de nosotros y entender, por primera vez en la vida, que no somos superiores a nadie, que no vivimos solxs y que cuidar de nosotrxs mismxs es cuidar de les demás.

Sé responsable y quédate en casa.

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