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Solum Donas Burak 

Por Ankaret Alfaro

Los símbolos y significados han cambiado con el devenir de las generaciones y los cambios históricos y sociales, los cuales distancian la juventud de otras generaciones a la juventud actual, cosa que al mirar las juventudes desde la perspectiva adulta, se corre el riesgo de malinterpretar.

Donas Burak aborda en principio las primeras consideraciones antes de abordar el tema de los desafíos para las juventudes, que a grandes rasgos son: que toma en cuenta una interseccionalidad para abordar el análisis de los desafíos según los diversos obstáculos socioculturales y de género de los diversos grupos de adolescentes y jóvenes, en ese sentido, también toma en cuenta las circunstancias históricas, políticas y sociales de los distintos entornos en que los jóvenes se desarrollan, y por otro lado, describe que el objetivo con que serán analizados será de su desarrollo humano, es decir, lograr el desarrollo de sus potencialidades y el pleno disfrute de sus derechos. También incluye la importancia de la participación social en la toma de decisiones y las acciones consiguientes, y anota que “Estos retos y desafíos se establecen a partir de una “mirada” o “visión” de adulto y deberán ser discutidos con los adolescentes y jóvenes para llegar a consensos intergeneracionales e intrageneracionales.” (Donas Burak, pp.24)

Donas Burak agrupa los desafíos en seis áreas para facilitar su análisis, aclarando que existe una obvia vinculación entre ellas: En primer lugar, los desafíos políticos y de ciudadanía que engloban las necesidades de reconocimiento político y social de los jóvenes tomando en cuenta sus características específicas y sus necesidades, para así, reconocer son “sujetos de derecho (y no sólo objetos)” (Donas Burak, pp. 26). Los desafíos de exclusión están divididos en: exclusión de la participación social, pues son verdaderamente limitadas las opciones de participación social lo que puede afectar a su capacidad de desarrollo individual y grupal; por otro lado, la exclusión educativa y cultural “la deprivación educativo-cultural (‘desnutrición educativa’), que conduce al concepto de jóvenes con muy bajo ‘capital cultural’ que reduce sus opciones de goce personal de la cultura y de las opciones laborales mejor remuneadas” (Donas Burak, pp. 27); la exclusión económica que a grandes rasgos, refiere a las pocas oportunidades de independizarse de sus hogares a pesar de ser jóvenes independientes. También enlista la exclusión laboral y de seguridad social, la cual aborda el tema de los jóvenes desempleados o que acuden a trabajos peligrosos o de “muy baja calidad”, que además cuentan con muy baja remuneración y sin beneficios de seguridad social. La exclusión recreativa incluye las pocas oportunidades que existen de recreación física, cultural y espiritual (sobre todo para la población rural), y la falta de políticas y programas que cubran estas necesidades. Por último, la exclusión de la atención integral de la salud, que aborda la ineficiencia o baja cobertura de los programas oficiales de salud integral para jóvenes y adolescentes en América Latina.

El siguiente desafío, es el de inclusión, la importancia de tenerlos en cuenta, de sentirse beneficiados y sentir que pertenecen, y enlista algunas situaciones que pasan desapercibidas:  refiere en principio a la “visión peyorativa estigmatizante” que se tiene hacia la juventud , también menciona a los jóvenes como consumidores y fomentadores de consumo, posteriormente como objeto y actores de violencia, empezando por la violencia que los estados ejercen contra ellos (política, económica, educativa y cultural) despojándolos así de sus derechos, o reprimiéndolos, o al meterlos en las redes de violencia organizada,  empujándolos a condiciones de necesidad y abuso, y en ese sentido, siguen las formas diversas de explotación y abuso, que forman parte de esta lista, que en resumen, es el resultado de todas las anteriores.

El siguiente desafío se encuentra en el área de los valores: “están sometidos a grandes presiones desde los medios de comunicación y el simbólico social que se ha generado, que les impulsa y promueve a adoptar y actuar según “códigos valóricos”, que les ofrecen el reino de la felicidad terrenal”, en ese sentido, la cultura del consumo y consumo de cultura, en donde destaca la ‘producción’ de productos culturales como las figuras públicas, y entre otras cosas de consumo popular que como industria, genera cambios en la juventud y grupos que se resisten a estos. Por otro lado, la cultura del riesgo, del cuerpo y del placer, que a grandes rasgos, son las consecuencias de los estereotipos sobre sus cuerpos, las formas de divertirse y de vivir su sexualidad influenciados por los medios y perjudicando su bienestar. También menciona, en el ámbito familiar, que ya no son el grupo principal de transmisión de valores y la solicitación de una relación más horizontal entre los miembros.

Los desafíos de (in)equidad son aquellos que tienen que ver con la clase, con la edad, con el género, sus geografías, sus etnias y sus opciones de desarrollo humano. Y al final, menciona una que pasa muy desapercibida: la desesperanza sobre el futuro y las necesidades que los jóvenes plantean sobre las que hay que actuar para que puedan tener un pleno y mejor futuro dentro de la sociedad que se ha ido construyendo.

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