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Los juegos de la dignidad

Por Rodrigo Chávez

Los juegos olímpicos dieron inicio la semana pasada, unos juegos envueltos en el espíritu deportivo y la inmensa necesidad mundial de un escape de la insoportable realidad pandémica, los atletas tratan de competir después de un año de tener que entrenar a medida de sus posibilidades y con el aplazamiento histórico de los mismos juegos. En medio de la peor ola de contagios en el país oriental hemos visto a las y los atletas salir a disputar con la excelencia que les amerita el poder estar en Tokio 2020.

Sin embargo, este espacio no es deportivo sino político y como es sabido por quienes son lectores recurrentes, lo personal es político, sin importar que nuestros empleos sean de oficina, de análisis o deportivos todo lo que vivimos y la manera en que nos desarrollamos representa, de manera consciente o no, un posicionamiento político que guarda dentro de sí potencialidades inconmensurables de cambio.

Así como la simple aparición de disciplinas como el skate en los juegos olímpicos o la participación de atletas como Alexa Moreno encontramos un entramado capaz de volverse político. El skate fue considerado por años una actividad de vagos y malvivientes solo para que el tiempo le diera la razón a las chavas y chavos que acudían a adueñarse de los 10 de consti o de otros espacios dentro de la ciudad y que ante la recurrente presencia policial decían “solo hacemos deporte”. El caso de Alexa toca fibras de otra índole, quizá más profunda e irremediablemente más urgente que tiene que ver con la visión misógina sobre el cuerpo de las mujeres y que está ligado a lo que llamamos “estándares de belleza”. Alexa ha vivido acoso y violencia por no estar dentro de los cánones, pero ha logrado sobreponer el talento a la infame crítica y su resiliencia es política.

También es tremendamente política la manera en la que diferentes equipos y deportistas femeninas se han opuesto a la sexualización que el comité olímpico internacional ha implementado en competencias femeninas como el voleibol de playa, la gimnasia o incluso el handball. Diversas delegaciones se han opuesto a participar con los uniformes clásicos por considerar que no aportan a su desempeño atlético y hacen una comparativa con las delegaciones masculinas de la misma disciplina llegando a la conclusión de que los uniformes no solo limitan su desarrollo deportivo, sino que son sexualizadores.

Prendas como el bikini en el voleibol femenil son completamente injustificadas en las mujeres cuando los hombres compiten en pantalones cortos y playeras holgadas, eso demuestra que la medida no tiene fines prácticos en el deporte sino más bien un ánimo de generar morbo para los espectadores y una vez más de poner a las mujeres como productos para que el comité gane dinero a través de los televidentes y asistentes a los estadios.

Esto es indigno, pero se entiende cuando revisamos el listado de directivos del comité olímpico y nos encontramos con que de 15 escaños disponibles solo 3 son ocupados por mujeres. Es precisamente esta disparidad dentro de la élite que determina lo que debería ocurrir en el deporte lo que le ha costado a las jugadoras de handball de playa de Noruega una multa de $150 euros por cada una al negarse a competir en bikini.

La multa no solo es absurda sino que tiene como propósito final sostener una visión misógina sobre el deporte y dejar en claro que cualquier afrenta a esta hegemonía masculina será penalizada, no obstante las jugadoras decidieron tomar la sanción pero desarrollar su disciplina con la mayor comodidad y la cantante P!NK se ofreció a pagar las multas de todo el equipo para que compitieran no solo contra la selección rival sino contra el esquema machista del Comité.

El acto político más reciente e impactante que hemos visto tiene que ver con el derecho a la salud y la autopreservación y la muestra la dio la gimnasta estadounidense Simone Biles, la joven atleta de 24 años ha sido considerada la mejor gimnasta de todos los tiempos y durante las olimpiadas de Rio en 2016 fue apabullante en cada una de sus competencias demostrando la capacidad atlética que tiene sin embargo en esta edición decidió abandonar la competencia por equipos bajo la premisa de que al estar en el tapiz ella se encuentra sola con sus pensamientos y son estos últimos quienes la atormentan, Biles decidió priorizar su salud mental antes de continuar solo por hacerlo.

La mejor gimnasta del mundo nos puso sobre la mesa un par de discusiones importantes, la primera es la importancia de la salud mental y la segunda es la necesidad de permitirnos ser humanos, considerada como la mejor gimnasta de todos los tiempos y teniendo un talento tan grande Biles no tiene nada que demostrarle a nadie, ni a sus entrenadores, ni a nosotrxs como espectadores, ni al torpe de León Krauze. Biles nos deja en claro que las y los atletas que vemos competir en la tele no son superhumanos, son personas con batallas internas y que tienen el legítimo derecho de reconocer que enfrentan problemas y ningunx de nosotrxs somos nadie para juzgarle por decidir salvar su salud mental.

Sobre la importancia de la salud mental es preocupante que el propio comité olímpico reconozca que cerca de un tercio de las y los atletas sufren depresión, ansiedad o trastornos de la conducta alimentaria sin implementar medidas de contención y preventivas al respecto. Es como si en un despliegue de indiferencia el comité dijera “bueno, un tercio de nuestros atletas sufren problemas, pero ¡hey!, ¡¿ya vieron las medallas que ganaron?!”.

No es la primera vez que un atleta de alto rendimiento presenta problemas de este tipo, hace unos años Michelle Phelps experimentó un cuadro depresivo con tendencias suicidas y el comité no movió un solo dedo por salvaguardar a uno de los máximos medallistas olímpicos, en el caso de Biles la comitiva estadounidense dijo que tendría bajo observación a la gimnasta con vistas a que participe en los compromisos pendientes.

¿Es acaso que no se enteraron o creen que una medalla vale la salud mental de Biles?

El abandono por parte de Simone ha sido considerado por algunos comentaristas y señoros expertos en todo y realizadores de nada como una muestra de debilidad, ¿con qué derecho vienen a hablar así de la chica que con 24 años batió con todo lo que se ha presentado en frente suyo?

Además de los logros deportivos Biles ha demostrado una entereza urgente en el deporte olímpico, la vulnerabilidad es algo difícil de afrontar y debe ser peor cuando las cámaras y micrófonos del mundo están apuntándote. Desde este espacio saludamos y respaldamos a Biles por tan valiente decisión. Si nos atreviéramos a mostrarnos vulnerables y a aceptar que a veces las cosas nos superan y merecemos un respiro antes de hacer las cosas muchas personas podrían seguir viviendo.

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