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El supermartes.

Por Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen.

La democracia del gabacho es una cosa muy extraña, donde el candidato con el voto popular puede perder ante uno que ganó más delegados; y las elecciones primarias pueden tener más peso que las elecciones generales. En este momento se están definiendo los candidatos demócratas a la presidencia en Estados Unidos; y las cosas son mucho más complicadas de lo que parece.

El sistema electoral estadounidense es muy peculiar: tiene un proceso de elección popular de los candidatos que representarán a los dos partidos y después tiene un día de elecciones donde los votantes eligen a unos representantes estatales que definirán en un colegio electoral quien será presidente de los Estados Unidos. En el primer proceso, llamado primarias, los precandidatos se disputan a los delegados estatales que votaran en una convención nacional para definir al candidato de cada partido, el cual después participa en las elecciones presidenciales para elegir al máximo dirigente norteamericano.

Para los republicanos, la decisión está casi tomada: Donald Trump buscará la reelección, por lo que será el candidato que presentará ese partido en los comicios de 2020. Sin embargo, los demócratas están teniendo un duro debate por quien será su representante; pues de la carrera electoral en la que se inscribieron casi una veintena de aspirantes ya solo quedan dos con posibilidades reales de ser el candidato que contiendan contra Trump para la presidencia.

Uno de esos aspirantes es el senador de Vermont Bernie Sanders. Ese hombre es un político disruptivo en EEUU: Fue electo senador con una plataforma independiente a pesar de vivir en un país donde los independientes no suelen triunfar; tiene una plataforma socialdemócrata que los gringos asocian más con Cuba que con el propuestas progresistas; y ha impulsado un movimiento en contra de Donald Trump que está englobando al voto latino y el voto joven desencantado con su gobierno. Su campaña le ha dado resultados, pues consiguió ganar las primarias de varios estados antes del supermartes y probablemente conseguirá los delegados de California, el estado que aporta más votos para la nominación electoral.

El otro aspirante demócrata es el ex vicepresidente Joe Biden. El antiguo vicepresidente es un hombre tradicional de la política norteamericana: una plataforma ideológica centrista que, propone cambios tibios a algunas políticas públicas que han causado la desigualdad en el gabacho y bastante experiencia en administración y legislativo. Sin embargo, su caso es un recordatorio que no hay enemigo pequeño en las luchas políticas, pues de tener una campaña prácticamente muerte hace dos semanas ahora es uno de los punteros que ganó varias primarias del supermartes gracias al apoyo del voto afroamericano y el voto de los adultos mayores.

Ambos candidatos se enfrentan ahora a retos muy fuertes de cara a la convención nacional demócrata: después de la recuperación de Biden, es muy probable que él y Sanders se disputen muy de cerca los delegados y por tanto no sean capaces de llegar a una convención con la mayoría simple que requiere ganar la nominación. Para Sanders, su escollo se encuentra en convencer a sus simpatizantes jóvenes de asistir a las urnas y votar, pues su campaña se centra en el público objetivo que tiene la menor tasa de participación en elecciones, mientras que Biden necesita convencer a los votantes indecisos que él es una opción lo suficientemente competitiva para arrebatarle la presidencia a Trump.

Tal y como están las cosas, la nominación se resolverá muy cercana a la convención mediante un estrecho margen de delegados, o mediante negociaciones entre grupos de poder con la capacidad suficiente para influir el voto durante la convención. Sin embargo, no todo es estéril, pues estas elecciones están dejando enseñanzas electorales que podrán ser aprendidas para votaciones en otros lados.

Biden nos enseña que hasta un candidato casi desaparecido puede remontar si la prensa empieza a repuntar que mejoran sus prospectivas, pues los votantes se dejan guiar por el sesgo de la apuesta que da ganancias. Sanders confirma que las plataformas basadas en liderazgos con personalidades carismáticas y una propuesta de proyecto alternativo tienen la capacidad obtener respaldo serio para un proyecto; pero al mismo tiempo demuestra que los jóvenes son un público objetivo peligroso a las campañas, porque no traducen el activismo en redes sociales a votos efectivos.

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