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Trumpismo a la mexicana

Por Rodrigo Chávez

La política mexicana no es, como nos gusta pensar, una democracia tan consolidada ni tan fuerte. Es una realidad que debemos asumir, más cuando volteamos a ver al mundo y vemos que el modelo de la democracia liberal agoniza profundamente, los países con un sistema bipartidista están destinados a una crisis sin precedentes, las aún existentes monarquías pierden influencia y fuerza en el panorama mientras los sistemas multipartidistas parecen una especie rara de poca representatividad y mucho gasto.

Es en medio de esta coyuntura política en la que los discursos de cambio y de reforma vuelven a entrar en el tablero internacional, cosa que definitivamente no es mala. El problema, como siempre es, ¿quién y por qué empuja estas reformas? Podríamos ponernos utópicos y decir que la creación de un partido obrero empujado por los ciudadanos desea una reforma y se convierta en sí en una solución pero la verdad no es esa. Al menos en México, en donde el sistema pluripartidista ha sido más anecdótico que otra cosa los partidos nacientes en cada elección responden a los mismos intereses que los ya formas anteriormente y el partido que hoy conserva hegemonía pareciera tan alejado de las bases y su historia que se torna peligroso.

Dice la sabiduría popular que a “río revuelto ganancia de pescadores” y es en medio de este gran revoltijo, sin respuesta por el momento, que los pescadores se ven beneficiados. pero, ¿quienes son los pescadores? Pues a grandes rasgos los que siempre han podido controlar las aguas del río, los ricos, los privilegiados que han determinado en gran medida el cómo se desarrolla nuestra vida. Cuándo el río se revolvió de más en USA el pescador Trump salió como opción para dirigir las aguas.

Trump ganó las elecciones en el país vecino con un discurso cínico, con un amplio repertorio de denuncias de acoso sexual, de violencia misogina, racista, clasista y xenofobica. Todo aquello que parecía despreciable en cualquier candidato político resultaba un gran gancho de marketing para Trump por el hecho de enunciarse “ciudadano promedio americano”. Algo de eso no es mentira y es que, en efecto, hemos transitado; como dice Sartori, de un sistema de idealismo político a un sistema de contra idealismos.

En palabras sencillas: la política previa a la entrada masiva de la televisión y los medios visuales de comunicación se basaba en la aspiración popular de los buenos valores, un representante debería ser un ciudadano ejemplar en su vida cotidiana, en su militancia política e incluso en su formación. Con la espectacularización de la política y la crisis del sistema político comenzó a decaer esta falsa figura de pulcritud de los representantes y fue reemplazada por los cínicos que representaban una alternativa y que encima fueron vendidos como “solo uno más”. En México Vicente Fox fue el producto más exitoso de esto.

Un cínico, desvergonzado y violento que fue tratado como una persona común con el afán de romper con el estatismo priista pero sin caer en el temible idealismo de izquierda que pudiera convertir al país en Cuba. Los resultados desde luego que fueron todo menos positivos, un cínico no resuelve los problemas solo se regodea de ellos y así fue. El señor se dedicó a viajar por el mundo sin ejercer, planear ni concretar ninguna política pública de relevancia en su sexenio.

Es importante tener todo esto en mente para entender porque el Movimiento Ciudadano se hace llamar ciudadano aún cuando ninguno de sus candidatos ha sido solo un ciudadano común y más en particular porque sus candidaturas, sobre todo en Nuevo León y Quintana Roo han optado por el cinismo de sus abanderados. El hecho de autodenominarse ciudadanos e incluso la fuerte propaganda que se hace alrededor de este partido proviene de la idea de que “somos iguales y sus candidatos son como tú”. Nada es más falso que creer que la cúpula de MC es igual a nosotros.

Empezando por ver quienes son sus principales referentes, políticos de cuna, empresarios de herencia e intelectuales orgánicos de épocas pasadas que no solo se servían con la cuchara grande sino que monopolizaron la academía cuanto como pudieron. Entonces, ¿es de verdad sorprendente que el hijo de la herencia y el nepotismo: Roberto Palazuelos, sea su candidato? Desde luego que no.

En regresión, Enrique Alfaro es hijo de uno de los porros más grandes de la historia del país y es quien mantiene más vivo que nunca el control del grupo UDG en Jalisco, ¿cómo no iba a ser así después de que desde la propia UDG su padre reventara el movimiento estudiantil en Jalisco en 1968? En Nuevo León tenemos a Samuel Garcia, un heredero de empresarios que jamás ha padecido algo más cruel que pararse a las 8 en sábado a jugar golf. Desde luego que Palazuelos combina a la perfección ambos mundos.

Heredero de una herencia hotelera y de una firma de abogados que, dispuestos a lo que sea por dinero, han defendido a la peor estirpe de las altas esferas y al mismo tiempo un personaje altamente violento y misógino. Palazuelos no tiene reparo en decir cómo es que su amistad con los hijos del Expresidente Miguel De La Madrid y de Carlos Salinas de Gortari le abrieron la puerta a una vida de excesos, lujos e impunidad total.

Palazuelos lleva años siendo tremendamente cínico desde sus días como “gángster” al amparo del Estado Mayor presidencial hasta la entrevista en la que confiesa como despoja a la gente de sus terrenos ejidales y vende propiedades de manera irregular generando conflictos notariales de difícil resolución hasta sus “fiestas” de consumo de cuerpos de mujeres. Desde luego no siente el menor remordimiento al confesar el asesinato y la vinculación el crimen porganizado que tiene.

Sabe que el discurso de Movimiento Ciudadano lo ampara pues por desgracia la impunidad es uno de los lastres más duros del país al igual que la violencia machista y misógina. Vender el cinismo de ser un ciudadano promedio va a redituar de algún modo no solo para el vomitivo personaje de Palazuelos sino también para el partido que lo hizo candidato.

No tengo respuestas a la crisis política pero puedo asegurar que optar por el cínismo envuelto en un discurso progresista que quiere hacernos creer que personas ajenas a nosotros son iguales es cuando menos un punto risible. No confío en quien se dice igual a mí pero no comparte el camión de la ruta conmigo. En quien ha despojado a quienes, como yo, buscamos una vivienda para encontrarnos con problemas de irregularidades. Movimiento Ciudadano no tiene nada de ciudadano ni de movimiento, son apenas un grupúsculo de privilegiados buscando mantener su estatus de clase a través de nosotros. No reculemos en verlos como son; sátrapas capaces de todo por dinero y por poder.

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