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Que el encierro no nos mate

Por Ángel Estrada

Nos han pedido actuar con cautela, tener paciencia. Yo mismo, desde este espacio, he llamado en dos ocasiones a aprovechar estos momentos de encierro para aprender cosas nuevas, hacernos amigos de un libro, de una o varias películas y series, volver a mirar a los ojos a quienes nos rodean, dialogar y, de ser necesario, reconciliarnos con nosotros mismos y con lxs demás.​

La invitación que he hecho, desde luego, ahí se queda, pero hay uno o varios puntos ciegos en torno a esto; en las últimas semanas, mis compañeras de la revista han hablado constantemente sobre el peligro que corren millones de mujeres en México bajo las condiciones apremiantes de encierro de esta cuarentena, dado que en el hogar encuentran a sus victimarios, quienes ya se han apresurado a descargar sobre ellas una serie de golpes propios del machismo: violencia física, psicológica, la obligación a asumir los mal llamados “roles de género”, etc.

Pero hay uno más, un problema que, como el mencionado arriba, también nos atañe y merece nuestra atención: se trata de la violencia ejercida contra la comunidad LGBTTTIQ+. Nadie puede negar que muchxs de lxs miembros de la comunidad sexodiversa, desde temprana edad, son víctimas de una violencia machista que se hace presente de varias maneras. En este momento, pienso fundamentalmente en dos: 1) Cuando una persona, desde su juventud temprana, se sabe parte de la comunidad, pero se ve obligada a reprimir su libertad y sus sentimientos porque ha crecido en un núcleo familiar que prejuzga y ofende con actitudes y comentarios retrógradas hacia ésta; y 2) cuando, una vez que ha revelado su preferencia sexual a sus familiares y cercanos, lejos de aceptarle, mostrarle apoyo y un mínimo de comprensión, comienzan a ejercer sobre ella una peligrosa combinación de violencias, como la física, la psicológica o la económica, atentando contra su integridad y contra su vida.

El primer caso es muy delicado, pero el segundo caso es extremadamente alarmante, porque tales conductas no comienzan y terminan en un mismo día, en el día cero, sino que se extienden y perduran a través del tiempo, creando un clima hostil que se acrecienta hasta que, por una especie de suerte, exista una resignación de la familia, o hasta que la persona violentada se ve obligada a marcharse de casa, o hasta que se le ha maltratado físicamente, llegando a extremos como la muerte, o hasta que el daño psicológico ejercido contra ella es tal que ha desencadenado una profunda depresión, misma que, irreparablemente, puede derivar en un suicidio.

La vida de lxs miembros de la comunidad LGBTTTIQ+, que han crecido en ambientes adversos, pasa detrás de una oscura cortina que, a quienes hemos tenido la suerte de contar con un mínimo de apoyo de nuestras familias y amistades, no nos permite ver la pesada carga que arrastra. Así, el sector privilegiado de la comunidad sexodiversa, entre ellos yo, quienes no sufrimos de discriminación, actos de odio y violencia dentro de nuestros hogares, tenemos la responsabilidad ya no solo de visibilizar el odio generalizado hacia esta, sino los actos de odio específicos contra esa parte vulnerable que sobrevive como puede dentro de la propia comunidad.

En el aislamiento del que todxs somos partícipes hoy, ese sector vulnerable corre un grave peligro. Mientras en un estado de normalidad, sus miembros refugiaban su integridad física y psicológica en actividades diversas —ya fueran éstas en la escuela, en sus trabajos, en actividades recreativas, culturales, etc.— lejos de sus agresores y de las hostilidades con las que lidian en sus hogares, hoy no tienen más alternativa que convivir con ellxs, o mejor dicho, sobrevivir a ellxs.

Es urgente que si conocemos a algún o alguna miembro de la comunidad LGBTTTIQ+ que pueda estar en una situación vulnerable dentro de casa, tratemos de establecer un canal comunicativo constante con ellxs, para conocer su situación y brindarles apoyo y acompañamiento. Ser miembrx de la comunidad sexodiversa debe dejar de ser sinónimo de una condena a muerte.

Si tú, lector, lectora, eres parte del grupo más vulnerable de la comunidad sexodiversa, debes saber que no estás solx. Si tienes amistades en quienes sabes que puedes confiar porque van a escucharte, apóyate en ellas. Si no las tienes, con toda confianza puedes escribirme, o a quienes conformamos el equipo de Revista Columnas. Si tienes una crisis en cualquier momento del día, si requieres apoyo psicológico, adjunto aquí algunas líneas telefónicas que están disponibles para ti:

Saptel: (55) 5259-8121. Lunes a Viernes, de 8 a 22 horas.

Educatel: 553601-7599 y 800-28-66-88.

Locatel (pedir que se transfiera a línea de ayuda): 56581111 Lunes a Viernes, las 24 horas.

Aprovecho este espacio para platicarles que un buen amigo, Iván Valadez (@ivalrey en instagram) está trabajando en un proyecto muy prometedor llamado “Diversiradio”, donde habrán de narrarse muchas historias de la comunidad y el movimiento LGBTTTIQ+ en México. Pueden buscarlo en Spotify como “Diversiradio” y seguirlo.

En este embrollo estamos juntas y juntos, todxs lxs actores de la sociedad, y todxs habremos de salir avantes bajo una bandera de unidad. Trabajemos juntxs contra el COVID-19, pero no ignoremos los muchos problemas que llevamos cargando en la espalda desde mucho tiempo atrás. Hoy, más que nunca, que la solidaridad llene cada rincón abandonado o menospreciado.

¡EXTRA 1!

El viernes por la noche, el conductor del noticiero estelar “Hechos” de TV Azteca, Javier Alatorre, dio a conocer información que, según el gobernador del estado de Baja California, Jaime Bonilla, desmentiría las cifras oficiales presentadas por el subsecretario de salud Hugo López Gatell. A la par de la nota, el periodista llamó a la población a “ya no hacerle caso a López Gatell”, pues según él y la línea editorial manejada por esa televisora desde hace semanas, básicamente todo se trata de una mentira.

Este llamado es irresponsable y sumamente peligroso, pues atenta no solo contra la estrategia del Estado y contra el trabajo de cientos de miles de médicos y médicas, sino también contra la vida de millones de mexicanos y mexicanas que pueden malinterpretar este mensaje, como una invitación abierta a que no se haga caso a las recomendaciones sanitarias tan importantes y cruciales como el “Quédate en casa”.

Desde aquí llamo a mis lectores a que, por favor, de ver esta noticia circulando no le hagan el más mínimo caso, mucho menos la compartan en redes sociales y, sobre todo, se sigan quedando en casa y atiendan todas las recomendaciones que las autoridades de salud, lideradas por expertos y expertas, han hecho desde hace dos meses. Que el golpeteo de un empresario irresponsable y mezquino, como lo es Salinas Pliego, no afecte los esfuerzos hechos hasta ahora por millones de personas a quienes sí les interesa la vida y bienestar de la población.

¡EXTRA 2!

Las cárceles y reclusorios del país, tanto de mujeres como de hombres, se encuentran sobrepoblados, sobre todo si hablamos de las que están ubicadas en el centro del país. Los reclusos y las reclusas viven en estados de hacinamiento, en condiciones insalubres y, me atrevo a decir, inhumanas.

Esas prisiones son infiernos a los que muchísimas personas fueron condenadas de manera injusta (en realidad no creo que ningún ser humano deba vivir en condiciones tan inhumanas como las que se viven en las cárceles mexicanas), ya sea porque fueron acusadas de delitos que nunca cometieron, porque siguen esperando un juicio y su estadía ahí se ha prolongado por meses o incluso años, porque fueron juzgadas bajo leyes que atentan contra sus derechos reproductivos (en el caso de las mujeres), porque cometieron delitos menores que no ameritan prisión, o simplemente porque estuvieron en el momento y lugares equivocados.

Hoy, en el contexto del COVID-19, esos lugares son extremadamente peligrosos, pues el hacinamiento crea las condiciones adecuadas para eventuales brotes que pueden resultar en catástrofes inimaginables.

En otros países, sobre todo de Europa y Asia, se ha comenzado a liberar a muchos reos (de manera temporal o definitiva) como medida precautoria, tratando de evitar que las penitenciarias se conviertan en incubadoras por excelencia del virus.

Es tiempo de que México, con el problema tan grave de sobrepoblación carcelaria que tiene, actúe de la misma manera, en un acto mínimo de humanismo y de respeto a los derechos humanos de quienes ahí residen, que, dicho sea de paso, no por ser reclusos o reclusas, han perdido tales derechos.

¿AMLO hablaba en campaña de una amnistía? Bien, este es el momento. Que se deje en libertad (si quieren temporal) a esas personas que siguen esperando sentencia, que fueron víctimas de fallas en el debido proceso, que tuvieron juicios parciales, que fueron privadas de su libertad por haber abortado, o que cometieron delitos menores.

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