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¿Era necesario el 27?

Por Rodrigo Chávez

Han pasado ya casi quince días de la marcha multitudinaria convocada por el presidente Andrés Manuel y a estas alturas pareciera que ya se dijo todo lo que se podía o se debía de decir al respecto. No creo que eso sea cierto y de manera algo tramposa, he de admitir, dejé transcurrir los días para que la conversación se apagara y pudiéramos analizar con más calma las cosas.

 

Ustedes bien saben que me gusta analizar coyunturas pero trato siempre de ofrecer un análisis un tanto más serio y menos ruidoso de lo que sucede, es por esto que he dejado pasar casi quince días para sacar esta columna que, desde luego, se ha ido construyendo desde el mismo 27 de noviembre; al menos en reflexiones personales dentro de la cabeza pero que economiza tiempos.

 

La marcha que convocó el presidente sí fue un despliegue de músculo. Músculo personal; es decir, del propio Andrés así como del músculo partidista y desde luego muchos de los asistentes quisieron mostrar su propio músculo. Esta confesión no debe caer en la retórica de que la marcha fue por ego, nada más lejos.

 

Uno de las mayores críticas que se hicieron de la marcha del 27 de noviembre es si era en verdad necesaria hacer el despliegue de fuerza y de legitimidad que ostenta y ejerce Andrés o si por el contrario era algo meramente somero que podía evitarse. En mi opinión responder a esta pregunta debe atravesar y superar la propia convocatoria y el hecho de la marcha o la no marcha. Los críticos dicen que la marcha no era necesaria porque “todos sabemos el respaldo que tiene Andrés y esta administración” lo cual pareciera un argumento bastante razonable pero voy a insistir en salir de la marcha para entender la marcha.

 

Apenas una semana antes de la marcha convocada por el presidente se había llevado a cabo un concierto nazi (sí nazi, no de derechas, no incomodo, NAZI) en la Ciudad de México, concierto que tuvo un aforo de 300 personas, días después se hizo la marcha en defensa del INE que convocó la oposición y que logró reunir a 13,000 personas. Unos días después se llevó a cabo la CPAC en Santa Fé y congregó a lo peor de la derecha continental en la ciudad de México. Estos indicios de organización de la oligarquía y la derecha mexicana pueden haber pasado de noche para algunos pero nos muestran que hay ya un sector peligroso de derecha organizándose y movilizándose en contra de un gobierno que si bien no es bolivariano, comunista o de izquierda rádical sí es popular.

 

Pero, ¿qué de malo tiene que se organice la derecha? Bueno, analizando en contexto podemos ver cómo esta nueva oleada de gobiernos progresistas está viendo embates similares a la que atacó a la primera ola. El lawfear dado en la Argentina en contra de Cristina Fernández de Kirchner, quien se perfilaba como candidata natural a la elección de 2023 es muy similar al proceso que enfrentó Dilma en Brasil hace unos años. Vimos apenas ayer la destitución y el encarcelamiento de Pedro Castillo en Perú después de que el congreso no le dejara gobernar. Hemos visto ataques al gobierno de Luis Arce y corridas bancarias al gobierno de Fernández en Bolivia y Argentina.

 

Todas estas expresiones comienzan con movilizaciones de la derecha que parecen inofensivas, pero que se van engrosando. Poco a poco la derecha ocupa las calles y deja ver, ante la inacción de los gobiernos populares, que la legitimidad ahora está de su lado y hace realidad esta consigna que se ha repetido en México hasta el cansancia y que reza “a Andrés ya no lo quiere nadie, ni los que votaron por él”. 

 

Desbordar entonces la Ciudad de México con 1.2 millones de asistentes a la marcha que demostraron un apoyo al poder popular y al presidente agota la narrativa de una derecha que cada vez parece más desesperada y más violenta y que ha demostrado en otras latitudes ser golpista. El 27 no solo fue necesario sino urgente en la coyuntura que se presenta para latinoamérica en estos momentos. Un verdadero demócrata no dudaría en respaldar un gobierno demócratico y popular.

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