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Necesitamos IBU

Por Rodrigo Chávez

La idea del ingreso básico universal o IBU no debería parecernos en realidad tan lejana, pues apenas en 2018 uno de los presidenciables lo propuso como una alternativa económica y, a decir verdad, era la única propuesta coherente del candidato.

El ingreso Básico Universal es una renta mensual que el Estado le da a las personas que habitan en el territorio y que busca servir como un benefactor que aminore las carencias económicas de las poblaciones y fomentar también la economía dentro del país. Desde una perspectiva social el propio Bauman escribía que no solo era una propuesta coherente sino urgente contemplando que, por ejemplo, las nuevas generaciones no cuentan con estabilidad financiera ni certidumbre laboral, lo que genera entonces que se busque cuidar de manera más responsable el dinero, estancando la economía.

El ingreso básico universal, plantea Bauman, debería de ser el equivalente a la alimentación digna y balanceada y un excedente aproximado de entre el 10% y el 20%; con esto la población de un país no tendría necesidad de preocuparse por su supervivencia, sino que podría comenzar a tomar decisiones más arriesgadas, como comprar una casa o viajar. Con el excedente del IBU tendría oportunidad de acudir a alguna actividad cultural como el cine o el museo y usaría su sueldo en gastos un poco más fuertes, aliviando así la incertidumbre tan común de los freelances sobre el retraso de pagos o la complejidad de las temporadas bajas de trabajos.

Ante un panorama tan incierto como lo era el futuro en 2014, Zygmunt se aventuraba a apostar por una propuesta que sin duda sonaba un tanto utópica hasta hace unos meses, incluso podría decir que pese a reconocer la valía de la propuesta en 2018 no me parecía tan urgente, pues en ese momento no era una problemática tan profunda como lo es hoy.

Como se ha sostenido en este espacio, el covid no hizo fallar el sistema, sino que desnudó los fallos del mismo y nos hizo ver lo que por mucho tiempo nos negamos a ver: la incertidumbre laboral, económica y social a la que destinaron a mi generación es insostenible, el aumento del desempleo y el estancamiento de la economía son consecuencia de un modelo fraguado en el desprecio de les otrxs.

En el país se perdieron cerca de 1 millón de empleos a causa de la pandemia, y pese a que se lograron recuperar cerca de 250,000, debemos dimensionar que gran parte de los contagios y las defunciones en el país se deben a la profunda desigualdad a la que la población mexicana ha sido condenada hace años, la marginalidad e inaccesibilidad a empleos dignos, seguros y bien remunerados provocó que fuera inviable una contención al estilo europeo como muchos aún sueñan, asegurar a la población que vive en la informalidad laboral un ingreso mensual suficiente para satisfacer alimentación y un excedente habría hecho, sin lugar a dudas, que menos personas fueran víctimas del virus.

Apostar a la seguridad de los ciudadanos no solo genera un beneficio personal, sino social, una persona con el dinero necesario para alimentos diarios tiene oportunidad de comenzar a realizarse como persona, estudiar la universidad, tal vez emprender un negocio o simplemente liquidar las deudas adquiridas en búsqueda de una mejora de calidad de vida.

Es tiempo de pensar en soluciones a futuro que generen un espacio de crecimiento para todxs.

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