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NOS SIGUEN ASESINANDO

Elsa Guadalupe Flores Hernández

Desde que dio inicio la contingencia por el covid-19 se escucha, lee y dice mucho ¨Quédate en casa¨. Debemos tener en cuenta que es la medida de prevención más importante para controlar e ir disminuyendo, poco a poco, el riesgo de infectarse. Quedémonos en casa, sí, dejar de sentir el aire recorriendo todo tu cuerpo en la tarde, olvidémonos un poco de la sofocante realidad que te hace escribir tu discurso sobre la libertad. Quedémonos dentro de estas paredes, donde vemos la película de la vida por nuestra ventana, y podemos abrir un libro o ver un documental, quedémonos en casa como forma de privilegio por los recursos económicos que poseemos.

Sabemos que hay quienes no pueden parar en esta emergencia sanitaria y, según la encuesta del CONEVAL del 2018, existen 48.8% de personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza de ingresos lo que significa que solo un 2% menos de la mitad de la población está expuesta no solo a infectarse de coronavirus sino también de verse imposibilitada de pagar un servicio privado y esperar que el sistema de Salud en México sea suficiente para atender todos los casos.

Quedémonos en casa, mujeres. Donde automáticamente debemos tomar el rol que se nos ha marcado en toda la historia, donde los violadores y feminicidas no deberían tener la cara de tus familiares y la noticia de que el ingreso de mujeres a refugios aumento un 5% y las detenciones por violencia familiar un 7.2 % no tendrían que existir. A mediados de Marzo se decretó aislamiento social y hasta el día de hoy el Estado de Veracruz sigue yendo a la alza en feminicidios, en Oaxaca dos mujeres y una bebé de 7 meses han sido asesinadas.

Existe un foco rojo en la violencia de la mujer dentro del hogar en esta situación, el lugar donde vivimos debería ser considerado seguro para absolutamente toda la población pero hasta eso se vuelve un privilegio que poseen los hombres, ya que ellos no son considerados tan vulnerables como nosotras, puesto que en 2017, la tasa de delitos sexuales fue de 2,733 por cada 100,000 mujeres haciéndonos las principales afectadas. La violencia que ejercen parejas, esposos es muy severa en el 64% de los casos, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinamia de las Relaciones en los Hogares (Enrideh) 2016.

Entonces, ¿Qué está pasando en nuestras casas? ¿Realmente estamos más seguras? Nuestra ansiedad por los cánones de belleza en redes sociales crece hasta que nos hace sentirnos insuficientes para el patriarcado, la señora que tiene un puesto en la calle y vive al día en estos momentos no tiene para comer, nuestra vecina está siendo golpeada por su esposo, hay niñas violadas por sus hermanos, nos siguen asesinando.

En este colapso del sistema al que afrontamos como mujeres debemos dimensionar nuestro papel político que llevaremos acabo, entendemos que por las circunstancias la prioridad en estos momentos es el covid-19 y, en mediano plazo, la falta de empleos para muchos. Sí, sabemos el panorama general que se avecina y sabemos también que en anteriores crisis las mujeres fuimos vulneradas más, porque el sistema patriarcal funciona acorde a las necesidades del patrón, donde si hay alguien más explotado siempre sera la mujer del obrero/campesino, ya que somos excluidas de los trabajos para así confinarnos a la casa y obligarnos no solo a parir sino a criar y mantener a los futuros obreros, al no tener un ingreso propio nos volvemos dependientes económicamente del hombre.

Los datos sobre acoso, violación, desaparición y feminicidios va ir en aumento (tomando en cuenta estas últimas semanas) y cada vez serán más hermanas en la lista de nombres que no olvidaremos y gritaremos por las calles. Se siente el poder de ellos queriendo ejercer presión en nosotras, y aunque existimos muchas privilegiadas que ya no cedemos porque nuestras circunstancias materiales son otras, también hay un gran porcertaje que tiene miedo todos los días porque su agresor está presente y se ve beneficiado, estos días, para ejercer toda la violencia que quiera. No olvidemos tampoco a las mujeres que por la ineficiencia del Estado, al no proporcionarles condiciones aptas para el desarrollo de sus vidas, y la creciente presencia del crimen organizado se ven obligadas a usar su cuerpo ya sea en trata de blancas, vientres subrogados, mulas de carga, etc.

La lucha que estamos llevando acabo, al igual que el sistema pseudocapitalista mexicano, se debe transformar. La sororidad en estos momentos es lo más valioso que podemos hacer: teniendo un monitoreo frecuente con nuestra amiga o conocida que sabemos vive una situación de violencia, ofreciéndole nuestra casa (si esta en nuestras posibilidades) para poder pasar la contingencia y, sobre todo, escucharnos una vez más para entender cómo es que estamos viviendo este período histórico, puesto que con el Internet e innovaciones tecnológicas nos vemos afectadas psicológicamente de una manera distinta a comparación de pandemias anteriores.

Por factores externos, nos vemos encerradas en nuestras casas recibiendo, de cierta manera, violencia. Esperando que esto acabe para volver a apropiarnos de las calles y no sólo arrebatar nuestros derechos sino comenzar a escribir un feminismo que nos represente dejando a un lado los de occidente, entendiendo que esta lucha es de todas y que a veces aunque no nos sientamos representadas o identificadas con las mujeres del campo, negras, especista es importante empatizar con ellas y caminar hombro a hombro para poder enriquecernos el alma. Haremos política porque somos historia y el mundo será feminista o no será.

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