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Por Alan Ivan Hidalgo Bahena 

Estaba el haragán haraganeando

Cuando de pronto llegó un frio bien recio

De aquellos que calan en cada hueso

Pobre diablo, se andaba congelando

“valiendo madre” exclamó el friolento

“ora que no traigo ni un pinche chal”

Mas se acordó que traía “el universal”

Y procedió a quemarlo a fuego lento

Con un encendedor prendía su lumbre

Mientras sentía que un Don se le acercaba

“¡deje de andar de huevón!” este gritaba

“¡huevos!, será mejor que se acostumbre”

“¿Quién se cree que es, viejo entrometido?”

Era un Don apuesto y elegante

Mas cargaba un macabro talante

“soy la muerte”, anunció el aparecido

El haragán palideció al momento

Con su luz recién prendida en mano

Se le veían los huesos al anciano

Quién iba anunciando su último aliento

El anciano acusatorio le dijo:

“en toda tu vida nunca has hecho

Ningún bien, ni nada de provecho

Así que aquí vine, pues tu alma exijo"

El haragán así dio su respuesta:

“mi señor catrín, eso es vil mentira

¡ay! Si usted supiera lo que se mira

Y por eso le tengo una propuesta”

“si puedo demostrarle el bien que he hecho

Y no solo eso, sino el bien que haré

Perdonará mi alma, y no andaré

De las almas condenadas el trecho”

“sea pues, mas no engañaras a la muerte”

“ni es mi intención, pues hablo con la verdad

¿conoce los tacos de Doña Piedad?

Pues no se sostienen por mera suerte”

“¿y lo curados del buen Don Teodoro?”

Le diré que por mi han hecho fortuna

¿y los bardos que tocan con la luna?

Más de una vez les he cantado un coro”

“así pues, si usted me permite vivir

Prometo seguir tragando, chupando,

Cantando, bailando y gozando

Y haciendo todo cuanto no es sufrir”

La muerte lo miró con gesto amargo

Mas su garganta dio una risa loca

“¡ja ja!, cuánta razón tiene tu boca

¡llévame a vivir!, que el camino es largo”

El Occiso

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