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La seguridad más allá de la guerra

Por Rodrigo Chávez

Esta semana el presidente Andrés manuel salió del país para dirigir el consejo de seguridad de la ONU y aunque desde una perspectiva meramente sociológica podríamos hablar de lo interesante que resulta el impacto que tiene la propia presencia de Andrés entre el público y la inconmensurable legitimidad que le brinda el haber desbordado plazas públicas para escuchar el discurso esta vez me centraré meramente en el discurso que Andrés pronunció en la tribuna.

Un discurso de apenas 21 minutos en los que Andrés deja en claro que la ONU es un organismo que ha sido superado por las condiciones materiales y económicas, porque, aunque nos guste ensalzar a la organización de un idealismo  ingenuo y de un velo de pulcritud es innegable que ha quedado corta cuando de resolución de conflictos se refiere.

Andrés comienza diciendo que quiere hablar de seguridad no como un concepto de legitimidad de fuerza o de dominación y esto es excesivamente importante porque en efecto el concepto de seguridad ha estado predominantemente allegado a una correlación de fuerzas, a narrativas de amigos y enemigos y a reduccionismo de eliminación de lo que es hegemónicamente “indeseable”. ¿Qué tanto nos acerca esta peligrosa concepción de la seguridad al fascismo y al autoritarismo?

Andrés opta por hablar de seguridad como un concepto de bienestar, lo que no es ajeno ni contrario a la ONU pues, fundacionalmente se entiende la seguridad como parte del derecho humano al acceso a la dignidad humana y por ende a la máxima resolución de sus preceptos, el conservar la dignidad y la vida como bienes sujetos de derecho internacional. 

¿Cómo podríamos acceder a una seguridad que se conjugue con estos preceptos si no es a través de un combate activo a la desigualdad y la pobreza?

Esa es la discusión que Andrés le plantea al consejo de seguridad de la ONU que ha fungido más como una repartidora de guerra y balas que como un organismo capaz de resolver las condiciones que generan las tensiones e inseguridad. La guerra en contra de las personas en condiciones de vulnerabilidad, como el caso migrante, no es resolutiva. Es una medida si acaso paliativa que termina por generar más problemas.

Podemos ver como parte de esto las numerosas intervenciones que los Estados Unidos hicieron en centroamérica el siglo pasado bajo un concepto de seguridad nacional y continental ante el “terror rojo” y que lo único que produjo fue inestabilidad política y social y que es, en gran medida, la causa de la migración masiva actual.

La corrupción es uno de los temas que Andrés pone en la mesa del consejo de seguridad mundial pues, a pesar de ser uno de los delitos más cometidos a nivel mundial, no es considerado como prioridad por parte de la ONU. La corrupción sigue siendo tratada como un tema local a pesar de las repercusiones internacionales que puede llegar a tener.

Entender la corrupción como un fenómeno global permitiría entonces confrontarla desde un frente único y aquí es importante tener en cuenta cómo es que este sexenio ha combatido la corrupción, no solo abandonando el precepto de “dejar hacer, dejar pasar” que había reinado desde hace 30 años en el país sino a través del trabajo de la Unidad de Inteligencia Financiera que estuviera a cargo hasta hace unos días de Santiago Nieto.

El trabajo de la UIF es rastrear actividad sospechosa de dinero entre élites, organismos o personajes que pueden ser claves para detener no solo el desvío sino el pago de servicios de narcotráfico, trata de personas y muchos otros delitos, es una manera de combatir crímenes de lesa humanidad sin una estrategía de guerra y es algo que la ONU podría comenzar a hacer para detener los millonarios desvíos de recursos.

Escándalos de corrupción global como odebrecht o Pandora papers pudieron haber sido evitados con  trabajo de inteligencia desde el consejo de seguridad de la ONU y con ello evitar o subsanar los conflictos sociales que vivió Chile en 2019, poner el énfasis en las personas y no en las balas ni ganancias es una responsabilidad de aquellos que ostentan un poder conferido por las personas.

Tener un presidente capaz de asumir, por invitación, la presidencia del consejo de seguridad de la ONU y que éste se atreva a señalar la decadencia de las sociedades derivada de su acercamiento a los poderes económicos, es y debe ser un orgullo. Ponderar las ganancias de la industria, como puede ser la armamentística, al bienestar de los ciudadanos es una franca receta para el desastre y la ONU por años lo ha permitido. 

El discurso de Andrés plantea de una manera muy sútil pero muy profunda un reordenamiento de las prioridades de la ONU y, al mismo tiempo, una reconsideración de conceptos básicos de la administración pública como lo es la seguridad. 

Por el bien de todo el mundo, primero las y los  pobres.

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