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Crónica de una muerte anunciada

Por Rodrigo Chávez

La Organización de Estados Americanos es un organismo internacional creado supuestamente para mantener políticas neutrales en la región latinoamericana durante la guerra fría, una forma en la que los países latinos evitaban confrontaciones y rispideces entres los países potencia y las naciones emergentes del continente americano. Aunque el propósito de su fundación fue loable la OEA tuvo siempre como agenda oculta la cooptación de latinoamérica a los intereses norteamericanos.

Una vez que la guerra fría terminó la OEA comenzó una serie de políticas y tratados que buscaban esparcir la visión norteamericana a cada Estado miembro de la organización fue a través de la OEA que tanto Videla como Pinochet obtuvieron respaldo internacional e incluso USA se volvió uno de los miembros comerciales más fuertes de ambos regímenes.

Fue la OEA la encargada de reconocer la legitimidad del golpe de Estado en Honduras en 2009. Esta organización ha fungido en el continente como un bastión de injerencia extranjera y en última instancia como un promotor de golpes de Estado a conveniencia de los grandes capitales internacionales.

Desde la llegada de Biden a la presidencia de los Estados Unidos, Andrés Manuel ha profundizado en la necesidad de estrechar las relaciones políticas, económicas y sociales entre los países latinoamericanos. Haciendo gala de su agudeza política el presidente mexicano ha puesto sobre la mesa la necesidad de reemplazar la OEA y acotar la injerencia norteamericana en los países del sur y centro de américa, desde luego aprovechando la coyuntura que enfrenta Biden ante la retirada de tropas de Afganistán y la toma de este país por el grupo talibán.

Este espacio de maniobra permitió a Andrés Manuel dar un discurso que puede ser considerado como incendiario por su contundente clareza en contra de la injerencia de USA ante la asediada isla de Cuba, este discurso lo dió en el marco del natalicio de Simón Bolívar y posterior a ello se enviaron insumos médicos y alimenticios al gobierno cubano. La imperiosa necesidad de soltar las amarras no se quedó en un loable y admirable discurso sino que además el gobierno de México convocó a una reunión de la Cumbre de Estados Latinoamericanos y del Caribe en territorio nacional.

La participación de actores como Pedro Castillo, Miguel Diaz Canell, Nicólas Maduro y otras 11 naciones fue un despliegue del poder de convocatoria que tiene México y el gobierno y que nos demuestra un respaldo de la región al menos en niveles institucionales. Desde un punto personal considero que México cometió el error de someterse históricamente a los intereses norteamericanos hace ya bastante tiempo y prefirió ceder su posición estratégica en la historia y la política convirtiéndose en una especie de lacayo al servicio de quien tiene el poder económico. 

Es innegable el poder que el país tiene en la región no solo económicamente sino geopolítica y culturalmente, si desde etapas tempranas del siglo la visión de unidad y de estrechez entre el sur y México hubiera sido la norma tal vez habríamos podido consolidar a pasos agigantados la utopía de una sola latinoamerica. Hasta no hace mucho Brasil y Chile se erigían  como potencias en auge, líderes en la región. Esto habría apresurado de buena forma el bloque contrahegemónico que permitiera la liberación de otras naciones como las centroamericanas, Cuba y la propia Venezuela.

El aspiracionismo de los actores políticos del pasado no sólo complejizó el entramado latinoamericano sino que lo desecho antes de siquiera plantear la posibilidad de que eso ocurriera, se prefirió optar por una política servil y entreguista sobre todo en los últimos dos sexenios en los que, por un lado, Felipe Calderón sustentó su guerra a través de la permisión de operaciones de la CIA y el FBI en territorio nacional así como el intercambio de armas en la frontera norte. Por su parte Enrique Peña Nieto liberalizó los recursos económicos del país permitiendo que Estados Unidos se convirtiera, junto con Canadá se apropiara, al menos económicamente de una gran parte del territorio nacional y las riquezas del país.

Este encuentro de la CELAC es significativo en la lucha contra el neoliberalismo pues es en sí mismo la oportunidad de desplegar un músculo fuerte de unidad pero también de compartir visiones necesarias para la reconciliación regional. Como pudimos ver en la primera mesa; hay quienes desde un desentendimiento de la región ataca y cree que su visión de política es la única correcta, esto estuvo a cargo del presidente de Uruguay quién apenas tuvo la palabra no dudó en atacar a los gobernantes de Cuba y Venezuela.

En la mesa uno de los temas más recurrentes fue la urgencia de resolver en conjunto y a través de apoyos internacionales la crisis social y política que sufre Haití en estos momentos, es de suma importancia que ninguna nación quede atrás y en este punto Haití ha sido una de las naciones más asediadas por la inestabilidad sin embargo la solución no puede ni debe de pensarse desde el militarismo ni la intervención extranjera.

Una de las gratas sorpresas fue el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso que, a pesar de su visión neoliberal y de derecha aceptó los beneficios que podrían traer una alianza latinoamericana que no dependa de la injerencia norteamericana. Su participación parece un poco contradictoria por su postura personal pero hay una clara intencionalidad de apoyar este bloque.

El tema de género no quedó fuera de la mesa pues ante la casi nula presencia de mujeres en el quórum la representante de Panamá, Erika Mouynes, señaló la carencia de paridad y la violencia machista como un problema urgente en la región, no es para menos, si aspiramos a un cambio radical en la política internacional es justo que sea con perspectiva de género.

Por su parte el presidente Andrés Manuel puso sobre la mesa la posibilidad, un tanto contradictoria, de que el gobierno norteamericano forme parte de esta alianza. Podemos entender esto como un golpe a lo que se habló en la mesa o como una avanzada ante lo expuesto en el propio foro para buscar una especie de resarción de daños por parte de la nación vecina. 

Que Estados Unidos aporte financieramente a la solución de conflictos en centro y sudamérica no es más que exigir una compensación por los agravios históricos aunque es claro el porque eso resulta molesto pues es, también, una oportunidad de que el gobierno y la visión de los Estados Unidos siga marcando ritmo en la región.

Vivimos tiempos claros de una política distinta y debemos estar atentos y críticos a lo que esta cumbre pudiera desencadenar en la región pero también desde el norte de la frontera. A la OEA no le quedan muchos días más de existencia pues estos acercamientos tienen la clara intención de que en un período no  lejano los países miembros de esta organización la abandonen para erigir la CELAC como institución rectora.

¡QUE VIVA LA PATRIA GRANDE Y LA SOBERANÍA DE LOS PUEBLOS!

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