top of page

POSNORMALIDAD

Por Rodrigo Chávez

Día cincuenta y tres del inicio de la jornada de sana distancia en México: ha pasado más de mes y medio de este encierro, y por fin ayer ocurrió, se develó frente a nosotros como una epifanía, todxs sabíamos que éste día iba a llegar, lo soñamos, e incluso, muchxs de nosotres lo anhelamos con cierto aire de quien espera lo imposible; se anuncian los planes de reapertura social y productiva en el país. Ahora éste encierro en el que de pronto todo se hacía muy oscuro tiene una fecha de término. ¿Lo logramos? ¡LO LOGRAMOS! Lo peor ha pasado, creo.

Y es que si algo tiene el estado prolongado de crisis es el deterioro de las personas. La libertad, a solo 15 días más de encierro, me provoca ciertos aires de triunfo con un tufo de terror asociado, ¿cómo será todo ahora?, ¿EXISTE VIDA NORMAL LUEGO DE ESTO? ¿Y si en realidad esa visión de un mundo mejor post pandemia fue solo un sueño? ¿Qué si el mundo es peor ahora?

No quiero ir afuera, pero no soporto un instante más estar adentro; la contradicción la asumo como parte irrenunciable de la vida pero, ¿tener que soportar la mierda de afuera es una obligación? Sonrío de nervios, trato de convencerme de que esto no es más que un paso que debe darse, pero las dudas me abruman.

Y no me mal entiendan, soy una persona cálida y amable, me encantan los abrazos y los parquecitos donde uno se sienta a dejar pasar la vida mientras piensa en todo o en nada, respira un poco de la rutina y se conecta con el entorno, y confío en que los parques seguirán ahí, nuestras cafeterías favoritas estarán ahí, les amigues estarán ahí, pero la pregunta es, ¿nosotres estaremos ahí? Quiero decir, hubo una tremenda pausa entre el último día que abracé a alguien y miré los ojos de una persona ajena a mi familia. Esto, sin dudas, nos ha cambiado. Los cambios no se deben de temer, los cambios suceden, todo el tiempo, para todes pero… ¿y si esos cambios no nos llevan a la vía en la que íbamos?

Quiero decir que hay algunxs cuyas vidas mejorarán después de esto, habrá quien salga de casa siendo una mejor persona, más humana y más completa, quien decida no volver a una oficina que ha odiado por años y que esto le recordó el potencial que tiene para alguna otra cosa, y en verdad qué bien por ellxs; pero hay más, muchas más personas que quizá no volverán a abrazar, que el miedo de contagio les domine e incluso desarrollen ciertos problemas de ansiedad social; habrá muchas personas en bancarrota buscando trabajos aún más precarizados que antes porque eso sí, el capital nunca pierde; habrá personas con problemas desarrollados en casa, quizá algunas adicciones o trastornos que siempre estuvieron ahí, pero que el sobre contacto consigo mismx lo detonó de manera irreversible.

Para algunas personas este periodo histórico les ha dejado limar las asperezas con sus familias y retomar las relaciones positivas con los suyos pero, ¿seguirá la historia al volver a las calles? Las relaciones sociales, de algún modo, permean constantemente con la relación con les otres, y esas relaciones generan fricciones o adhesiones al individuo.

¿Cómo se afronta un mundo adverso después de pasar tanto tiempo en un lugar, muchas veces, seguro? O incluso si no lo fuera, ¿cómo se sale de las relaciones destructivas inter familiares? Esto no ha sido un video de YouTube al que se le pone “pausa”, y uno se va 53 días para volver y ponerle “play”, para continuar en el momento justo en el que lo hemos dejado y todo sigue de la misma manera en que ocurría anteriormente. No, tristemente esto no es así: volveremos y tendremos que re-socializar con nuestras relaciones, enfrentarnos a que, quizá las personas que fueron cercanas han decidido que su crecimiento está hacia el lado contrario, afrontar que las amistades divertidas quizá no son tan buenas para nosotres y tener que alejarnos por nuestro bien. ¿Cómo afrontamos la idea de que quizá este tiempo va a llevarse mucho más de cincuenta y tres días?

De pronto, al pensar en esto y dejarnos envolver por ello, salir no parece tan buena idea. Es como cuando te molestaban en la escuela de pequeño y al despertar cada mañana te repetías que en realidad ya no querías seguir con eso, o es como cuando uno se levanta un lunes a las siete de la mañana y se pregunta si de verdad es necesario hacer la rutina, y desea quedarse todo el día en cama haciendo nada.

Claro que nada de esto será “normal”, y para fines prácticos, poco de bueno resultará de sobrepensar en todo esto. Pero algo es evidente, nada volverá a su estadio anterior. Los cambios se hicieron, sucedieron; simplemente no somos las mismas personas que entraron a casa para no volver a salir en tanto tiempo. Hoy, y el día que todo esto termine, seremos esas personas que un día salieron de casa sobreviviendo y que ahora tratan, quizá de manera desesperada, de retomar su normalidad, desesperada y quizá torpemente. Asumamos, pues, que la normalidad se fue. Y eso no quiere decir que ahora todo será triste, monótono o malo; quiere decir que debemos intentar crecer, no con la corriente, sino con el camino que cada unx de nosotres lleva adentro- Tratemos siempre de hacer este mundo un lugar un poquito más seguro para todes.

Renunciar al individualismo está en nuestras manos; dejar de ser las máquinas automáticas pre programadas es posible; dejar de ocultar nuestros sentires para no asustar a les otres es una opción; llorar al ver, al abrazar, al besar debe ser algo que nos suceda de manera común. Quizá ahora veamos las cosas distintas, quizá podemos ahora empatizar con les niñes al redescubrir nuestros lugares. Después de todo esto volver a mi parque a sentarme a fumar en compañía, con un café en la otra mano, me hará sentir bastante conmovido, y a pesar de que ese sentimiento sea fugaz —tan fugaz como el poder retomar y regenerar nuestras rutinas— deberíamos poner en balance si es lo que de verdad deseamos.

El panorama que se abre frente a nosotros no es del todo alentador, como lo he mencionado anteriormente. El COVID-19 es solo el ápice de otras y muy variadas crisis; la personal ha de ser la más complicada de librar. Asumamos que hoy somos lo que mañana ya no seremos y busquemos un camino que nos acerque a ser mejores para con nosotres mismes y les demás.

No olvidemos lo que Marx nos enseñó: podemos ser actores activos de nuestra vida en sociedad. Percibirnos de ese modo abre la oportunidad de generar los cambios necesarios, pero al mismo tiempo es importante asumir que no somos dueños de las condiciones que están y a las que no podemos escapar, como lo es el COVID, o como lo será la crisis económica. Construimos y debemos de construir de acorde a lo que podemos cambiar y a lo que podemos aspirar de manera práctica. Ningunx de nosotrxs ha pedido este encierro ni los cambios que con él han venido, pero sí podemos elegir la dirección y sentido de dichos cambios.

La normalidad ha quedado superada en sí misma; es tiempo de afrontar y manejar la posnormalidad en la que estás ideas de cambio deben de practicarse. Intentemos pues, ser más humanos, más sensibles, más empáticos y de asumir las posibles pérdidas que esto conlleva con la empatía y la humanidad de sabernos lxs otres de lxs otres.

Tenemos a partir de ahora quince días para tomar las decisiones arriesgadas necesarias. Es tiempo de posicionarse sin tibiezas y presentando nuestra irrevocable renuncia a muchas actitudes del pasado. Quince días para renacer como sociedad y como personas.

Les envío un abrazo fraternal y les deseo resolución pronta a las incógnitas pendientes. Si podemos cambiar de raíz como personas, podemos cambiar a la sociedad de fondo.

bottom of page