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La filosofía histórica de Nietzsche en el período intermedio de su pensamiento

Por Ebert Calzada

Introducción

El período de madurez de la obra de Nietzsche, que comienza con Humano, demasiado humano, es uno de los momentos más importantes en su aventura filosófica, pues muchos de los planteamientos y problemas que postula en esta obra serán superados, eliminados o reformulados en los escritos posteriores a Zaratustra y darán pie a los conceptos más discutidos en su obra tales como “Voluntad de Poder”, “Superhombre”, “Método genealógico”. De ahí que este trabajo busque hacer patente la importancia de la obra intermedia de Nietzsche a través de uno de los procedimientos más usados por éste en esta obra que inaugura su madurez como pensador, y que no suele mencionarse mucho, el cual es: “La filosofía histórica”. Ésta aparece por primera vez en Humano, demasiado humano y de acuerdo a la interpretación realizada por Marco Parmeggiani, sirve como base para comprender el proceder de la crítica a la religión, la moral, la cultura, el arte y la filosofía.

Los objetivos que este trabajo buscará cumplir son: mostrar la importancia del período intermedio de la obra de Nietzsche, ofrecer una exégesis de la filosofía histórica como procedimiento de análisis e interpretación que está presente en Humano, demasiado humano, Aurora y La gaya ciencia y reflexionar a través de dicha exégesis que la filosofía histórica es de alguna forma la semilla de aquello que Nietzsche llamará en su obra de madurez Genealogía.

La filosofía histórica en Humano, demasiado humano.

La primera mención de una filosofía histórica como procedimiento aparece en el primer aforismo de Humano, demasiado humano, el cual lleva por título “Química de los conceptos y los sentimientos”. Antes de entrar de lleno a la interpretación del aforismo valdría la pena retomar un hecho que salta a la vista inmediatamente, ¿qué es lo que significa para Nietzsche la química?, ¿habla de la química como ciencia natural? o ¿más bien se refiere a una química filosófica? Me atrevería a decir que es de la naturaleza de la segunda pero inspirada, claramente, en la primera, esto porque el autor de Aurora está muy cerca de las ciencias naturales en este momento de su pensar, sin embargo el objeto del cual se ocupa la química de la que habla no son los elementos sino los conceptos y sentimientos. Por ello es que me atrevo a postular el nombre de una química filosófica que como menciona Marco Parmeggiani se encargará de observar no sólo la génesis de dichos conceptos y sentimientos, sino también de ver el funcionamiento que tienen, cómo es que trabajan y se van dando[1].

 

Una vez esclarecido el título y la aclaración respecto a que se trata de una química filosófica, paso analizar el contenido del aforismo, dice Nietzsche:

Los problemas filosóficos toman hoy de nuevo, en casi todos los aspectos, la misma forma de preguntar de hace dos mil años: ¿cómo puede algo nacer de su opuesto, por ejemplo, lo racional de lo irracional (…)? Hasta ahora la filosofía metafísica ayudaba a superar esta dificultad en cuanto que negaba la génesis de una cosa a partir de otra y suponía para las cosas valoradas como superiores un origen casi milagroso (…). En cambio la filosofía histórica, que ya no debe pensarse en absoluto separada de la ciencia natural, el más joven de todos los métodos filosóficos, ha ido constatando en los casos particulares (…) que no existen opuestos, salvo en la habitual exageración metafísica, y que en la base de esta contraposición reside un error de razonamiento (…)[2]

 

La primera línea que debemos rescatar es la que nos habla de que la filosofía histórica no debe ser pensada como separada de la ciencia natural, esto porque aquí interviene el título del aforismo “La química de los conceptos y los sentimientos”. Entonces surge una cuestión: ¿por qué hablo de una química filosófica si Nietzsche claramente está hablando de una natural? Porque la filosofía histórica debe ser cercana a la ciencia natural y copiar de ella su procedimiento, lo cual como he mencionado con anterioridad permitirá a la filosofía histórica observar y analizar el funcionamiento de los conceptos y sentimientos. Con esto podemos ver entonces que la filosofía histórica como procedimiento nuevo se vale de la química filosófica para poder llevar a cabo su tarea, con lo cual queda fuera de duda que la filosofía histórica y la química filosófica sean lo mismo.

Lo segundo sobre lo que debemos centrar nuestra atención, está en el hecho de que Nietzsche vuelve a retomar los problemas dicotómicos, por ejemplo, entre lo racional e irracional, alma y cuerpo, por mencionar algunos. En este punto podemos cuestionarnos el por qué lo hace y la respuesta es sencilla. Como señala Marco Parmeggiani en su Estudio introductorio[3] una de las tareas principales de la filosofía histórica se centra  en el estudio de estos opuestos que dominan la mente y el pensamiento metafísico. Se trata de mostrar que, en contra de las apariencias entre ambos opuestos no hay compartimentación, sino que están profundamente conectados por procesos evolutivos, que hacen que un fenómeno derive de su opuesto[4].

 

Entonces la filosofía histórica podrá ponernos en perspectiva el origen de esta dicotomía mostrándonos como de uno se genera el otro y esto pone en la mesa otro tema cual es el título del libro: Humano, demasiado humano, el cual significa que lo más elevado que ha conseguido el ser humano se ha fraguado con los materiales más pobres[5]. Pero el saber el origen de esto noble y elevado no supone una decepción, sino una conciencia histórica que nos permite saber que todo aquello que pensamos es producto de un contexto y un momento determinados y que a diferencia de lo que se discutirá más adelante no ha pervivido a través de toda la historia. Además que el ser conscientes de esto permitirá saber que son ilusiones, sin embargo, al saber que lo son podemos manejarlas de tal forma que sirvan a la vida y no la perjudiquen[6]

 

Con ello sale a la luz la segunda tarea que tiene la filosofía histórica que es sacar a la luz una y otra vez esta naturaleza procesual de la realidad que se ve ocultada repetidamente. Podemos pensar con esta segunda tarea que la filosofía histórica tiene el deber de descubrir el proceso esencialmente evolutivo de todo lo humano[7]. Esto se refiere principalmente a que todos los conceptos o sentimientos morales han tenido un proceso histórico a través del cual han venido evolucionando o cambiando y que no existen como tal esos conceptos absolutos y omniabarcantes que la metafísica ha propuesto como sujeto trascendental, fenómeno-cosa en sí.

Esto nos lleva a analizar el segundo aforismo de Humano, demasiado humano, el cual dice:

Todos los filósofos comparten el defecto en sí de partir del hombre actual y creer que con un análisis del mismo pueden llegar al objetivo. Sin quererlo, “el hombre” flota ante su mente como una aeterna veritas, como algo que permanece igual en toda vorágine, como una medida segura de las cosas. Pero todo lo que el filósofo enuncia sobre el hombre no es en el fondo más que un testimonio sobre el hombre de un espacio temporal muy limitado[8]

Como se puede ver en este aforismo Nietzsche critica la falta de sentido histórico que los filósofos poseen, al tomar al hombre de su tiempo como medida de todo hombre en la historia. Este caso puede aplicar muy bien tanto a Kant como a Schopenhauer, ambos postulan un sujeto que tiene ciertas facultades que le permiten conocer y determinar el mundo como representación, dichas facultades las ha poseído todo hombre en cualquier época, lo cual para Nietzsche es problemático, pues con el filosofar histórico se pone de relieve que todo está en constante cambio y devenir, las capacidades cognitivas humanas también han devenido, no han sido siempre las mismas.

Tanto el filósofo de Könisberg como el autor de El mundo como voluntad y representación parten del hombre como de un hecho eterno, ignorando que ambos sólo ven al hombre de un corto espacio de tiempo, que ha devenido a través de la historia y ha desarrollado ciertas capacidades cognitivas que le permiten conducirse en el mundo de su tiempo. Por ello Nietzsche señala que todo ha devenido, no hay hechos eternos, así como no hay verdades absolutas, por eso: “(…) de ahora en adelante el filosofar histórico y con él la virtud de la modestia”[9].

Nietzsche también hablará que de que los filósofos no solamente pecan de tomar al hombre como un hecho eterno sino también el mundo, esto lo especifica en el aforismo 16 que se titula “Apariencia y cosa en sí” y que dice:

Los filósofos acostumbran situarse ante la vida y la experiencia —ante aquello que ellos llaman el mundo de la apariencia— como ante un cuadro desplegado de una vez por todas, que muestra el mismo proceder de manera inevitable y fija: este proceder, piensan, hay que interpretarlo de manera correcta, para poder extraer así una conclusión sobre el ser que ha producido ese cuadro; por tanto de la cosa en sí, que es vista siempre como la razón suficiente del mundo de la apariencia. (…) han pasado por alto la posibilidad de que ese cuadro —lo que nosotros llamamos hoy en día vida y experiencia— haya devenido poco a poco, o que incluso esté en devenir y no pueda por tanto ser considerado como una magnitud fija, de la que se pueda extraer, o incluso recusar alguna conclusión sobre el autor (razón suficiente)[10]

Algo que salta a la vista de manera inmediata es que Nietzsche está recusando una vez más a los filósofos el pensar que existe una única manera de interpretar el mundo, de que se sitúan ante un cuadro ya acabado y que si se le observa de manera nítida y correcta se pueden sacar las más grandes y maravillosas conclusiones. Pero esto no es así, gracias a la filosofía histórica podemos saber que el mundo no siempre ha sido así, ha estado en un constante devenir. La división que se realiza entre apariencia y cosa en sí es propia de un período determinado de tiempo, no domina toda la historia del mundo o de la humanidad. Aquí Nietzsche está criticando claramente a Schopenhauer, quien considera que la historia del mundo no es más que la de la voluntad y la representación.

El punto principal en el cual se pueden cimentar los dos aforismos que he citado es en la idea de que esos ideales absolutos, esas posturas únicas, ese tomar como modelo lo que es actual y utilizarlo para decir que ha existido en todos los tiempos, es un gran error. Todo ello se sitúa en la idea de que las cosas nos son dadas una vez y para siempre y Nietzsche trata de llamar la atención en que no es así, lo que nosotros vemos, observamos y experimentamos es un momento en la historia, no es lo absoluto ni tampoco lo más acabado, estas visiones son las que resultan problemáticas pues nos muestran una forma unilateral de pensar el mundo y la filosofía misma. No siempre se ha pensado en términos de apariencia y cosa en sí, ni tampoco en términos de mente y cuerpo, ha habido momentos en que se les piensa juntos, como Aristóteles en su De anima o Spinoza y la sustancia. Las posturas filosóficas obedecen y responden cuestiones específicas de su tiempo, querer extrapolar e ir más allá sin tomar en cuenta la finitud de nuestras herramientas desemboca en esta concepción unilateral de las cosas, que es el punto de ataque de Nietzsche.

Con esto cierro la reflexión en torno a Humano, demasiado humano y pasaré a retomar un par de aforismos de sus siguientes obras.

Referencias

[1] Marco Parmeggiani,  Estudio introductorio a Humano, demasiado humano Vol. 1( Madrid: Trotta, 2019) 19
[2]Friedrich Nietzsche, Humano, demasiado humano Vol. 1. (Madrid: Tecnos, 2019) 101-102
[3] Marco Parmeggiani,  Estudio introductorio a Humano, demasiado humano Vol. 1( Madrid: Trotta, 2019)  20
[4] Ibíd. 21
[5] Ibíd. 26
[6] José Hernández,  Nietzsche. La crítica más radical a los valores y a la moral de la cultura occidental (Barcelona: RBA Editores, 2019) 68
[7] Marco Parmeggiani,  Estudio introductorio a Humano, demasiado humano Vol. 1( Madrid: Trotta, 2019) 17
[8] Friedrich Nietzsche, Humano, demasiado humano Vol. 1. (Madrid: Tecnos, 2019) 102
[9] Ibíd. 103
[10] Ibíd. 113-114

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