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¿A qué huele la felicidad?

Por Beatriz Velázquez 

Desde mi experiencia personal como persona que sufre un trastorno de ansiedad generalizada, he aprendido en los últimos meses, algunas técnicas para calmar o relajar durante un ataque de ansiedad. Algunas de ellas consisten en series de respiraciones diafragmáticas, en contar al menos tres objetos dentro de una habitación del mismo color o abrazar un objeto o animal de compañía por más de quince segundos. Ya que menciono esto último, no es de sorprenderse que las mascotas, especialmente los perros, pueden percibir nuestros estados de ánimo ya sea a través de la vista o por olores. ¿Los perros pueden oler la tristeza, enojo, felicidad, etc.? Por supuesto, no sólo pueden diferenciar nuestras emociones con la vista y el oído, sino que también pueden olerlas, distinguir entre personas diferentes, incluso si son gemelos idénticos, únicamente por el olfato. No sólo los perros son capaces de esto, también los caballos y las cabras pueden identificar señales emocionales basadas en gestos. Y las ratas, en cambio, son capaces de inferir el grado de parentesco entre humanos a través de su olor. 

Esto nos lleva a pensar en términos evolutivos darwiniano, sobre como las emociones han mediado las interacciones entre individuos de una misma especie, o las interacciones de individuos entre diferentes especies. Ya sea, permitiendo la socialización e incluso apareamiento o previniendo de algún peligro. Antes que nada, hablemos sobre las emociones, ¿qué son y por qué algunas podrían “olerse”?. Las emociones son reacciones psicofisiológicas como consecuencia a un estímulo externo, dichas reacciones pueden desencadenar conductas específicas que han sido producto de la adaptación. Charles Darwin estuvo muy intrigado en este tema, e incluso escribió un libro titulado “La expresión de las emociones en hombres y animales”, en ese trabajo plasmó la idea de que las expresiones de las emociones evolucionan a partir de conductas, que dichas conductas si son beneficiosas aumentarán o disminuyendo si no lo son. Posteriormente a esto, otros científicos estudiaron químicamente a las emociones, sus bases neuronales y se han postulado teorías sobre toda la base cognitiva. Cuando sentimos una emoción, en nuestro organismo ocurren muchas cosas simultáneas, desde el aumento de la presión sanguínea, disminución o aumento de glucosa en la sangre, segregación de neurotransmisores, sudoración, midriasis, etc., que pueden ser percibidas por otros. 

El olfato es uno de los sentidos más desarrollados en mamíferos, y no se diga en el caso de los perros, especie con la que llevamos una relación evolutiva bastante larga ya. Los perros tienen alrededor de 220 millones de células olfativas receptoras, mientras que los conejos tienen aproximadamente 100 millones, los humanos sólo tenemos entre 5 y 6 millones de estas células especializadas. No obstante, con eso nos basta para reconocer la teta de nuestra madre siendo unos infantes lactantes con ojos cerrados. También se conoce que nuestra habilidad para olfatear cambia con la edad y con nuestro estado mental ya sea que se vea promovido o disminuido. Los olores están fuertemente relacionados con las emociones en nosotros, tanto que pueden evocar emociones y volverse parte de las estrategias en una terapia cognitiva-conductual para aliviar los síntomas del estrés o la ansiedad. Por ejemplo, en un estado de ansiedad se pueden enumerar los olores que nos evocan felicidad o que los tenemos asociados a esa emoción. Si ahorita mismo, ustedes hicieran una lista de olores que los hacen sentirse felices o tristes, verían la relación que tienen ciertos olores con algunas experiencias propias. 

Entonces, volviendo a los animales, si hay otros mamíferos que poseen un olfato más desarrollado, claro que es posible que entonces las expresiones de emociones se materialicen en un aroma perceptible. Además de los perros, los caballos son otro mamífero con quienes sostenemos una relación doméstica desde hace seis milenios. Ellos han estado involucrados en ciertas actividades humanas como transporte, pastoreo, comida, comercio, competencias, recreación o terapia. Se sabe que la vista equina es panorámica, así que no se pierde de los detalles en nuestro “lenguaje corporal”, pero su olfato también está muy desarrollado y lo usan en la comunicación social con otros caballos. Pueden reconocer miembros de su mismo grupo a través de su material fecal, y me atrevería a decir, que incluso podrían inferir su estado de salud a través de este, sin embargo, con los humanos, científicos polacos y alemanes, han probado que los caballos muestran diferentes comportamientos en respuesta a olores de los humanos que sienten miedo y/o que están felices. A pesar de las limitaciones de su estudio, varias cosas fueron observadas, que los caballos se tornan alerta y vigilantes cuando perciben a alguien con miedo o nervioso, mientras que cuando perciben a alguien feliz, el caballo está relajado. Sin embargo, cuando a los caballos se les presentó “cero olor” en el experimento control, estos estuvieron alerta de todos modos, porque seguramente, esperaban que el cuidador “presentara” algo para saciar su curiosidad. También los caballos que percibieron el olor de “miedo”, tendieron a acercarse y tocar más a su cuidador, que cuando percibían el olor a “felicidad”. 

Muy bonito, pero ¿cómo consiguieron el olor? Ah, antes de todo, consiguieron un grupo de donantes de olor, que previamente habían seguido un protocolo para mantener su olor fuera de contaminantes, y los pusieron a ver películas de terror y videos divertidos, antes de visualizar los materiales, los donantes de olor tuvieron que bañarse con un jabón especial y ponerse unas almohadillas de algodón, de esas que se usan para desmaquillar, posterior a la presentación de estímulos, las almohadillas eran congeladas para después ser presentadas a los caballos. 

Parte de esta biofilia, consiste en reconocer al otro no sólo como uno distinto, sino como una extensión de lo que somos, y que otro animal pueda -leernos- no debe de sorprendernos, puesto que cargamos con la información transferida por nuestros ancestros, resultado de millones de interacciones. La próxima vez que te sientas mal, puedes recordar el olor a cachorro canino, o el olor a vainilla, a un pastel, a frutas, a navidad, a concierto de rock, etc. Lo que sea que te evoque estar mejor. 

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