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Números de sangre.

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen.

Hace un par de días, el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana dio una noticia esperanzadora entre la oscuridad que se cierne sobre México: el país tiene cuatro meses con la criminalidad a la baja y se experimenta una desaceleración que rompió con la tendencia homicida de más de una década. Para algunos, esto confirmó irrefutablemente que la estrategia de seguridad es correcta; pero para otros generó dudas, pues, ¿Cómo es posible que el crimen se ralentice cuando 2019 fue el año más violento del que se tiene registro?

La respuesta está en el modo en que se presentaron los datos, pues la metodología que se usó para medir el éxito, la temporalidad de los datos presentes y los puntos de comparación muestran resultados positivos a costa de un cierto sesgo metodológico.

La temporalidad de los datos que se presentaron es el primer factor que explica la situación aparentemente positiva. La gráfica mostrada en la mañanera fue de la tasa de variación mensual de los homicidios dolosos cometidos durante los meses de marzo a febrero de diferentes años, lo que permitió decir que “se acabó con la tendencia histórica a la alza del homicidio doloso” mostrando un efectivo decrecimiento del 0.2% en homicidios

Sin embargo, una pregunta subyace: ¿Por qué empezar a contar en marzo de 2019? Si consideramos un mes de curva de aprendizaje para el gobierno, el primer año de la administración empezó en enero de 2019, por lo que habría sido más adecuado presentar la tasa de variación mensual de homicidios del primer año de trabajo.

El motivo por el que no se presentó la variación mensual de 2019 fue para aprovechar la baja de homicidios que viene de Noviembre. Con los datos del año pasado, la variación mensual del homicidio doloso incrementó 0.11%; lo que no da lugar a la ruptura histórica, sino a un aplanamiento del crecimiento.

El segundo factor que muestra sesgo está en el instrumento que se utilizó para medir el éxito. La tasa de variación mensual del homicidio no muestra si los asesinatos crecieron o disminuyeron durante el periodo, sino que explica cómo se comporta el crecimiento mes a mes. Está distinción no es pequeña, porque de Marzo de 2019 a Febrero de 2020 se cometieron 63 homicidios más que el año pasado, un incremento del 0.3% que no permite afirmar una disminución de la violencia, incluso con el sesgo de temporalidad.

Los puntos de comparación de la información presentan también cierto grado de sesgo para mejorar la percepción de la seguridad en el país. La comparación que hizo el secretario Durazo entre el máximo histórico de homicidios y febrero no tiene más sentido que presentar una reducción significativa de las cifras. Habría sido mejor comparar este febrero con el mismo mes del año pasado, para contemplar el efecto de estacionalidad. Si se hubiera hecho así, el secretario aún habría podido presumir de resultados, pues en febrero 2020 se cometieron en promedio 5 homicidios menos por día que en el mismo mes del año pasado, una reducción del 5%.

El mensaje se diseñó para presentar resultados positivos, aunque los datos muestren una realidad menos idílica. El comportamiento de las cifras sobre el homicidio no solo muestra una asignatura pendiente, sino que en su generalidad se esconde una realidad verdaderamente preocupante respecto al comportamiento de la violencia en México: la tendencia de crecimiento de la violencia contra mujeres en este país.

Al desagregar el comportamiento del crecimiento de los homicidios en México por género, es posible ver un decrecimiento de los homicidios de hombres mayores de 18 años, y un aumento de los homicidios de mujeres y lo feminicidios. A pesar de que los hombres mayores de 18 años fueron las principales víctimas de homicidio, la tasa decreció 0.56% en 2019. Por el contrario, en 2019 aumentó la tasa de homicidio de mujeres en 18% y la de feminicidios en 10%. Este comportamiento de crecimiento refleja la existencia de razones de género en la violencia mexicana y la necesidad de mejores resultados en materia de violencia contra las mujeres.

Sesgos o no, la evidencia es contundente: la violencia en este país es una letal epidemia. La asignatura pendiente del gobierno sigue siendo la seguridad, y todo indica que hacen falta políticas públicas que reduzcan la violencia, no mensajes esperanzadores basados en datos no tan alentadores.

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