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La importancia de abordar la política con perspectiva psicológica

Por Melissa Cornejo

Hace unas semanas, leyendo un libro de Enrique González Rojo, —Manifiesto autogestionario: hacia un encuentro con la esperanza—, caí en cuenta de la importancia que tiene abordar la política, partidista o no, también desde el ámbito psicológico pues este tipo de ambientes como los partidos, las organizaciones no gubernamentales o las células sin partido, son los escenarios idóneos para que aparezcan determinaciones psicológicas, como asuntos no resueltos y dinámicas patológicas que han sido grabadas a fuego en nuestra infancia y transferimos a relaciones fuera del núcleo familiar y a las instituciones con las que interactuamos.

Si bien este tipo de “transferencias” tienen lugar en otros ámbitos como las escuelas, los trabajos, los grupos de amigos y las parejas, en esta ocasión nos enfocaremos únicamente en las relaciones propias de los partidos políticos, sindicatos, ONGs y la militancia, pues es poco —en comparación con las otras esferas— lo que se ha documentado al respecto y es imperativo poner el dedo en la llaga para darle visibilidad al papel que juega la afectividad de los individuos en la dinámica interna de estas instituciones.

En palabras de Enrique González Rojo: si el marxismo nos proporciona un método para advertir las diferencias que existen entre los partidos, para detectar su contenido de clase y apreciar su propuesta social, el psicoanálisis nos ayuda a visualizar lo que tienen en común. Un partido que no pugna por modificar sus determinaciones afectivas, se hunde en el lodazal del binomio poder-sumisión.

Si vamos al origen y revisamos lo que dice Freud al respecto en Recordar, repetir y reelaborar, publicado en 1914, encontraremos que aquello que ha sido “olvidado”, o no trabajado en el ámbito clínico, se repite en forma de acción inconsciente y se vive como algo actual. Esto no sólo ocurre con el diván, sino que atraviesa todos los ámbitos en los que se desarrolla el individuo. Cuando esta repetición es patológica, se le da el nombre de compulsión a la repetición: el neurótico recuerda repitiendo todo aquello que ha sido reprimido. Un par de ejemplos simplones e incluso reduccionistas —con la única finalidad de aterrizar la teoría—, serían los siguientes: cuando el individuo tiene un historial no resuelto de actitudes hostiles frente a los padres, como adulto tendrá una actitud desafiante hacia la autoridad. O si el conflicto no resuelto involucra a sus hermanos, dentro del partido buscará competir con los compañeros, ponerles el pie y hacerlos quedar mal frente a los dirigentes con la finalidad de sobresalir y ser el hijo bueno.

En cuanto a los otros dos términos, —recordar y reelaborar— podemos resumirlos de la siguiente manera: si repetir es poner en acto elementos del pasado de forma inconsciente, recordar es poner en palabras ese elemento, y reelaborar (durcharbeiten) es trabajar a través (work through) y reconducir aquello que se repite al elemento del pasado que lo detona.

Después de revisar lo anterior, muchos de los desencuentros y peleas dentro de las instituciones resultan incluso pedagógicos y para nada sorprendentes tomando en cuenta la descontrolada afectividad de algunos individuos. Sin embargo, más allá de estigmatizar, al señalar se pretende dar el primer paso hacia la resolución de este tipo de conflictos partiendo desde la raíz, volcando por lo menos una parte de nuestro tiempo y energía al cuidado de sí — que después se convierte en el cuidado del otro—, la gestión emocional y el trabajo afectivo. Es tiempo de ver el cuidado de la salud mental como un compromiso y una postura política.

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