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MI MADRE

Elsa Guadalupe  Flores Hernández

Mi madre decidió plantar una rosa con cada lágrima que nunca salió de sus ojos cansados y tristes, así llego a tener un jardín donde podía sangrar sin que nadie la viera. Pienso en lo mucho que me ha contado sobre su vida y tejo una constelación que muere poco a poco con cada anhelo que suelta antes de seguir la historia de cuando era niña y corría por el sembradío de maíz para poder llegar al campo de futbol.

Mi madre canta por las mañanas mientras recorre con todos sus fantasmas la casa, pasa frente a las fotos de cuando era joven coqueteando un poco con el pasado antes de ponerse su sombrero y salir al mercado. Navega por las olas de su mente para llegar al puesto de fruta, con la duda de su existencia pide un kilo de manzana.

Mi madre sobreviviente de la violencia ejercida por mi abuela sobre ella cuando era niña, viviendo en casas ajenas bajo las mismas estrellas que se burlaban por usar ropa vieja y nunca recibir un abrazo. Tuvo que olvidar tantos sueños por la voz agria que hacía eco en su pecho.

Mi madre dejo de maquillarse desde que mi padre se fue de la casa y yo no dejo de decirle lo hermosa que es mientras le beso las mejillas. Noté lo mucho que ha envejecido, sus cabellos han sido teñidos por la luna y caminos de vida lleva trazados alrededor de sus ojos.

Mi madre dedico gran parte de su vida a un hombre que no la amaba, sintiendo que era menos, buscando un refugio bajo la mesa del comedor donde jugaba con nosotros sus hijos. Con las manos ásperas de tanto que lavo sus dolores tendía la cama que compartía con quien le hacía desear ser enterrada antes de seguir siendo ignorada y olvidada.

Mi madre, quien le pidió ayuda a Dios y no recibió respuesta alguna.

Mi madre que lloro en la orilla del mar por lo sola que se sentía y este no se llevó su sentir.

Mi madre que prendió fuego a todas aquellas fotografías ciegas.

Mi madre quien se emancipo y ahora ríe con toda libertad  y baila y canta y vive.

Oh, mi bella madre que me enseño a caminar y de la mano me llevaba al kínder mientras cantaba una y otra vez la misma canción, me trenzaba el cabello por las mañanas ayudándome a ser quien yo quería ser, comprando listones para volverlos mariposas dándome alas que me harían volar. 

Oh, madre. Te mereces todo y yo no poseo nada, por eso te abrazo, por eso te beso y por eso no paro de decir lo mucho que te amo. Si tan solo el tiempo dejara de hacerte chiquita yo uniría todos los lunares de tu rostro una vez más, encontrando eso que todavía te genera dolor para sacarlo de ti. Permite que te tome de la mano mientras seguimos caminando juntas por este mundo hostil, déjame ser yo quien ahora te abrace por las noches cuando tengas miedo y te cante una canción reconfortando el alma.

Mamá, mi corazón quiere hacer versos tu nombre, inmortalizarte en las letras, volverte poesía y clamarte en todo momento. Que el mundo sepa quién eres y que yo no me olvide nunca de ti.

Mamá, ojala no me duela estar sin ti.

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