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Los imperceptibles

 Por Rodrigo Chávez

En la sociedad que vivimo hoy es común despreciar a ciertas personas por sus empleos, culparlos por sus condiciones de vida o peor aún; ignorar su trabajo.​

Darnos cuenta de que esto nos sucede no es sencillo, nuestra atención está en constante cambio y todo nuestro entorno nos exige aspirar a ser grandes directivos de grandes empresas, o a ser el que recibe un premio Nobel, o un premio pullitzer o simplemente ser el próximo en salir en la tapa de algún artículo en internet, en alguno de esos sitios internacionales. Pero, ¿qué hay de los invisibles?, ¿qué sucede con esas personas que solemos ignorar deliberadamente? Pues resulta que hoy, en medio de una pandemia global, nos damos cuenta de que aquellas personas que desarrollan los trabajos más ignorados son, en realidad, las únicas personas imprescindibles, lejos de la calle han quedado los grandes directivos de empresas, los millonarios empresarios se encierran en su mansión, en sus barrios lujosos mientras se repiten a sí mismos que la gente que sale es irresponsable, que son nacos, que “son simios” (con todo el odio y la carga histórica que ese “término” conlleva) o simplemente que son “votantes de AMLO” porque de algún modo eso acentúa en estas personas su complejo de superioridad y de auto complacencia para sentirse importantes, lo que parecen ignorar estos individuos es que la realidad que ellos viven es inaccesible para el 90% de los mexicanos, incluso he leído comentarios similares de personas que creen, lejanamente, pertenecer al 10% más rico de este país.

Así que mientras las clases altas juzgan y llaman”inconscientes” a los de abajo, los de abajo salen a partirse el alma y la vida para que este país funcione, el obrero mugroso que sale todos los días a jugarse jornadas ilegales mientras pone el cuerpo de por medio por un sueldo miserable, la cajera del banco a la que obligan a estar toda la jornada parada, le limitan las idas al baño, le exigen vender cuanta cosa sea para que el dueño del banco se hinche los bolsillos y aguanta todo eso porque en casa hay un pequeño al que se debe cuidar mientras pasa 8 horas recibiendo dinero de mano en mano porque “hay que ponerse la camiseta”, ni que decir de los transportistas, esos pinches nacos que huelen feo y hablan horrible, ellos son los que se aseguran de que tú puedas pedir en uber eats tus alimentos porque las materias primas no han escaseado, ni que decir de los repartidores de aplicación, que no cuentan con contrato, seguridad social ni ningún derecho a decir verdad.

Ellos, los invisibles, los que no interesan son los que si un día desaparecieran, nada podría funcionar, el personal de limpia al que se les ve con cierto aire de superioridad y se suelen tapar la nariz cuando pasan junto a ellas o ellos son, sin lugar a dudas los más necesarios para no pudrirse en nuestros propios deshechos y es triste pensar en ellas y ellos como personas, pensar en el miedo de salir a trabajar cada día, de imaginar lo terrible que debe ser escuchar a la gente desde sus roofs garden en Santa Fe o Polanco llamarlos “nacos, simios, inconscientes” o simplemente “pendejos” por no quedarse en casa, como si la fuerza trabajadora de este país no tuviera una condición precaria por diseño. Desgarra pensar en las mujeres, madres solteras que no pueden abandonar sus puestos de trabajo y que corren el riesgo latente y constante de contagiarse de covid-19, desgarra la idea de tener que explicarle a una niña o niño de corta edad que su madre ha fallecido porque el sistema económico no le dió la oportunidad de tener un trabajo seguro, ¿cómo miramos a los ojos a las madres de estos trabajadores, a los hijos y les decimos que fueron asesinados por un sistema desigual?

Ahora bien, dentro de la rama médica la división del trabajo no es tan distinta, las y los trabajadores de mantenimiento son los más ignorados en los hospitales pero de cerca le siguen, sin lugar a dudas uno de los gremios más grandes, el 80% de la fuerza laboral de la rama de la medicina, las enfermeras y enfermeros, aquellos que están siempre al pendiente de los enfermos, quienes no solo administran medicamentos, nos cuidan, conocen nuestros nombres sin necesidad de ver nuestro expediente e incluso llegan a desarrollar simpatía honesta con los pacientes, pero claro que uno nunca agradece a las enfermeras el haber sanado, el crédito va siempre al doctor porque de algún modo, la enfermería es ignorable.

Por fortuna el día lunes 20 de Abril, durante la conferencia vespertina pudimos ver a “la jefa” Fabiana, jefa del cuerpo de enfermería del IMSS para dejarnos en claro que las y los enfermeros del país están ahí, jugándose la piel, como cada momento de su vida laboral pero fue inevitable verla quebrarse frente a las cámaras al hablar de los cobardes ataques realizados contra el gremio; “Duele hablar de esto, de lo que le pasa a tu gente, de los trabajadores de la salud, que también somos personas” puntualiza la jefa Fabiana,y es que en días recientes hemos visto en las redes sociales fotos y vídeos, bien intencionados en el que llaman “héroes” al personal de Salud pero las palabras de la Jefa Fabiana nos recuerdan que los héroes son de la ciencia ficciones, que el personal de salud tiene miedo, que se preocupan y que también ellas y ellos sienten, como todxs nosotxs.

“También tenemos familia y también estamos dejando muchas cosas, nuestras casas, nuestra familia, ¡ESTAMOS DEJANDO NUESTRA VIDA! en las unidades hospitalarias, porque estamos convencidos de que la atención a la salud es lo mejor, porque da de sí, de su profesionalismo, de su ética, de su entrega, de su amor a la profesión, de su amor a la humanidad”...

Porque las Ciencias de la Salud son y deben ser para preservar la vida, porque a pesar del miedo y a pesar de todas las cosas que el personal de salud pone en juego cada día, ese compromiso férreo para con sus pacientes y para con la vida es innegociable e irrenunciable porque ese compromiso puede más que el miedo.

Después hace un llamado a la población que desde este espacio respaldamos, pide a la población que ha perpetrado ataques contra el cuerpo de salud a ayudarlos a limitar las agresiones: “nosotro podemos salvar sus vidas, ayúdenos a cuidarlos y para eso necesitamos que ustedes nos cuiden, necesitamos la máxima solidaridad, yo les aseguro que estas agresiones han golpeado fuerte al gremio porque ahora tenemos que lidiar con otras cosas”

Es inadmisible que el odio se desborde contra quienes desde la línea de fuego tratan de salvar la vida de la población y es triste porque ese personal médico, agotado, deshidratado por el equipo de protección y cansado por las jornadas de trabajo al que agredes hoy podría ser tu médica o médico, quizá tu enfermera, ¿no te dará un poco de vergüenza recordar ese momento en que atacaste a quienes hoy salvan tu vida?

 

“El respeto es un derecho y yo creo que nos lo hemos ganado a pulso” dice Fabiana mientras sus ojos se llenan de lágrimas, las mismas lágrimas que he secado del rostro de una de las personas más comprometidas con su trabajo y profesión, mamá suele llorar de impotencia, mamá llora de miedo, papá está molesto pero ambos sienten enorme frustración de ver a los que pueden quedarse en casa y deciden, deliberadamente ponerse en riesgo, “¿por qué no se quedan en casa ellos que puedes?, ¿acaso están esperando que le pase algo a alguien que aman para tomarlo en serio?” Esta columna busca reconocer a las personas que por vocación o circunstancia tienen que salir todos los días a la calle y tienen de manera literal que jugarse la vida para poder conseguir el pan de cada día o para poder salvar la vida de alguien que lo necesita, así como busca evidenciar que mientras las clases altas y medias altas cantan “cielito lindo” en sus balcones y juzgan con tremendas ínfulas de superioridad moral a quienes mantienen este país a flote hay que ser honestos, el covid no es lo mismo para los ricos y para los pobres, mientras los deciles más bajos de la población salen para poder sobrevivir los habitantes de las zonas más caras de la ciudad de México salen a correr pero son los segundos los que se atreven a señalar.

Hagamos caso a esa valiente mujer que el lunes nos encaró, ayudemos al personal de enfermería y de salud a salvar nuestras vidas y ayudemos a que ese personal pueda ayudar a quienes más lo necesitan, a la fuerza obrera y laboral que no puede quedarse en casa, evitemos la muerte de quienes menos tienen, ellxs que siempre han sido la carne de cañón del sistema capitalista deben ser una motivante para no salir, piensa, por ejemplo en las madres solteras que son el único sustento de su familia o en el trabajador cuyo sueldo es el ingreso principal de la familia y piensa en lo mucho que le afectaría a su familia que esa persona muriera por no recibir atención porque el hospital está lleno de personas que decidieron irse un fin a Cuerna con sus amigos o realizar una reunión en casa.

Nuestro compromiso para con el otro es perder nuestra cotidianidad por aquellos que se juegan la vida en la calle, liberemos los hospicios para quienes los necesitan.

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