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Las invisibles

Por Ankaret Alfaro 

Escribo desde la más profunda rabia y tristeza, desde el más debido respeto a Fátima y sus familiares.

 

El 15 de Febrero, el país enteró estalló en indignación al enterarse de que fue encontrada sin vida en Tláhuac a Fátima, una pequeña de 7 años, después de 5 días de desaparición, en una bolsa de basura, desnuda, con señales de tortura y violación.

Ha sido una semana en donde hemos estado viendo el desenlace del crimen, unes esperando, otres exigiendo justicia de una buena vez, los medios sin sensibilidad alguna han encontrado múltiples formas verdaderamente desagradables de lucrar con el dolor, compartiendo información e imágenes que no deberían ser públicos, o haciendo del feminicidio un espectáculo que aturde, que a muches lo único que les despierta es el morbo.

Vivo en uno de los pueblos de invisibles: Tlahuac, donde fue encontrada Fátima, aledaño a Xochimilco, en donde la pobreza, el racismo, el clasismo, la delincuencia, el machismo son cosas que pasan delante de nuestros ojos con una naturalidad terrorífica: aquí la gente ha aprendido, de alguna manera que desconozco, a amar las fiestas de sus pueblos aunque estén infestadas de muertos y delincuencia; les vecinxs, todes de clase trabajadora, han optado por hacer justicia por mano propia ante casos de asalto, pues el cuerpo judicial aquí es sencillamente patético; por otro lado la violencia doméstica se vive cada dos casas, y los habitantes la han normalizado al grado de formar parte del “humor” local.

Fátima fue víctima de esos eslabones que forman parte de una cadena mucho más larga, pues la violencia es estructural y al mismo tiempo influenciada por otras violencias, sin embargo, aunque todas están relacionadas, y se suman, a todas hay que ponerles nombre, es patético decir que es una lucha de gente buena contra gente mala, la violencia se tipifica para poderse combatir, a Fátima la asesinó el machismo, parte de éste orden político patriarcal que se basa en el control y opresión de las mujeres.

Nacimos niñas, de clase trabajadora, en los pueblos de les invisibles, y en un país feminicida, en el que revictimizar es automático para los medios y el Estado, en donde los procesos de denuncia, además de tener la revictmización como bienvenida, te agotan hasta caer en el arrepentimiento, son insensibles, humillantes y te deshumanizan cambiando tu condición de víctima y sobreviviente por un folio.

El feminicidio de Fátima no es la gota que derramó el vaso, pero sí quien avisó que ya nos estábamos ahogando, porque algunes ya estaban aprendiendo a nadar, su feminicidio les hizo ver que en lo que estaban nadando era en sangre.

Hay mujeres que habían normalizado el miedo, pero es hora de entender que lo que está sucediendo es terrorífico, cada vez sentimos que es más la probabilidad de que nos toque a nosotras, ahora sabemos que también nuestras hijas están en peligro, que los hombres, lejos de llevar acabo un acto sexual, sino de poder, están acabando con la integridad y con la vida de las niñas y las mujeres. Las niñas no se tocan, no se violan, no se matan.

Le estamos fallando a la infancia, les estamos dejando un mundo en donde siempre son vulnerables nuestras niñas, donde pareciera que no las cuidamos, donde pareciera que no las escuchamos, en donde lejos de gozarla la sufren sumergidas en la misma realidad violenta, para seguir creciendo en ella, es responsabilidad de todes su vida, integridad y seguridad, tenemos que abrazar sus vidas, respetar sus cuerpos y sus espacios. ¿Cómo les explicamos que el peligro que corren es sólo por ser niñas? Es doloroso para todas.

Es hora de cuestionar la política en código masculino y patriarcal, ya llegó a un punto de hundimiento terrible, no nos ha llevado a ningún bienestar y está lejos de hacerlo.

Exigimos que nos dejen  ser, que nos dejen vivir, probar la libertad, vivir con dignidad.

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