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El poder de las redes sociales

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

Hay muchas cosas que analizar sobre lo que sucedió en estos días. Discusiones pendientes sobre racismo, xenofobia y como crear una coalición que pueda derrotar a la ola de extremismo de derecha que está resurgiendo en el mundo. Uno de los temas de lo que debemos hablar con urgencia es sobre el desplazamiento que está teniendo el poder hacía nuevos mecanismos de comunicación, y como eso va a impactar en nuestro futuro.

Creo que un componente fundamental para entender la toma del capitolio hace unos días tiene que ver con las facilidades que las redes de comunicación y el internet les han proporcionado a los grupos de extrema derecha para agruparse, organizarse e infiltrarse en la cultura política mainstream. Los foros online y los grupos en redes sociales les dieron la capacidad de crear comunidades donde pueden interactuar con personas que piensan igual, las aplicaciones de mensajería les dieron la facilidad de comunicarse en cualquier instante. Y las interconexiones que dan la disponibilidad masiva de redes como Facebook y Twitter le dieron la capacidad de volverse parte de la cultura política normal con una facilidad estremecedora.

El ejemplo más interesante de este cambio está en las acciones del tipo con la piel de animal. Al llegar a la silla del presidente del Senado, lo que hizo fue tomarse fotos y postearlas en sus redes sociales, acciones que fueron imitadas por muchos de quienes ocuparon el capitolio. No decidieron clausurar el edificio por días, tampoco lanzaron un pliego petitorio, ni mostraron alguna suerte de plan político medianamente organizado. Solo ocuparon el edificio por horas, se tomaron fotos y después se retiraron. El poder no vino de los discursos, las peticiones o las demandas para exigir un cambio, sino de la exhibición de un símbolo en millones de pantallas, lo cual lograron.

Facebook y Twitter parece que entendieron parte de esta dinámica, aunque su alcance es ciertamente limitado. Ante el riesgo que presenta la comunicación del presidente estadounidense, decidieron suspender sus cuentas, con la esperanza que esto sirva para limitar más actos de violencia. Sin embargo, esta medida es insuficiente. Sin entrar en el debate sobre los alcances y límites de la libertad de expresión, suspender la cuenta de Trump no es una mecánica adecuada porque este no es el caudillo de un grupo altamente piramidal y susceptible a disrupción por callar a un líder. La extrema derecha estadounidense puede articularse con o sin Trump en la presidencia porque Trump no es indispensable para ellos. Los mecanismos para comunicar sus ideas de exclusión, creación de ansiedad, xenofobia, sexismo y racismo son mucho más importantes, y estos siguen en su lugar.

El problema viene con que hacer. Una realidad que tenemos que afrontar es que es imposible callarlos mediante la supresión de canales de comunicación. Cierra un grupo en Facebook y aparecerán tres más. Incluso, aunque automatizáramos un mecanismo perfecto para detectar el extremismo en redes sociales y pudiéramos clausurarlo en cuanto aparecieran, simplemente buscarían otra plataforma.

¿Qué se puede hacer? Debatir con ellos es ridículo, pues no se puede dialogar con quien no tiene la intención de aceptar que otras son igualmente válidas. Posiblemente, una alternativa verdadera es posturas convencer a quienes aún no tienen una postura definida del tema, que, de todas las opciones posibles a las crisis y el desencanto con la política y los políticos, ellos son la peor opción. Utilizar las redes sociales en una carrera contrarreloj, para convencer a la gente a tomar partido por la dignidad. La pregunta es si funcionará. En Estados Unidos, la carrera parece que empieza mal. Una encuesta interesante muestra que la mitad de los republicanos están convencidos que Donald Trump ganó y fue robado de una segunda presidencia.

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