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V

Elsa Flores

Cuando tuve mi primera menstruación ni siquiera sabía cómo era una toalla sanitaria, a los 12 años nadie se sentó a explicarme qué era lo que tenía en medio de las piernas y sangraba cada mes, ni mucho menos me dijeron los cambios que iba comenzar a vivir, nadie decía su nombre, ni siquiera el de los pezones. Nadie hablaba de lo que le ocurría a mi cuerpo, pero me resulta curioso que aún así tengan el descaro de querer tocarlo sin mi permiso.

Tuve que ponerme en cuclillas sobre un espejo en el piso del baño para verla, eso que era tan innombrable resulta que sí tenía nombre y era parte de mí, vulva, que rima con uva y se saborea como una. Mi florecita, mi cosita, no, mi vulva, mi sexo, mi historia borrada y mi placer enterrado. Vulva, color rosa, morena, más oscura, con labios para hablar lo qué yo callo. 

Yo no sabía que tenía vulva, ni que tenía clítoris, yo no sabía que eran diferentes la de cada una ni mucho menos sabía por qué no podía ir corriendo con mi amiga a contarle lo que vi esa mañana en el espejo, el silencio permanecía ¿acaso nadie más se había visto la suya? ¿a mis 13 años ya había hecho algo mal? ¿por qué sentía tanta vergüenza?

Esto es lo que sucede, en México, la educación sexual es un tabú, nos enajenan de nuestro propio cuerpo, y es con urgencia que las niñas se conozcan, reconozcan y conecten con cada parte de ellas, es con urgencia que hablemos de las vulvas y la variedad que existe de ellas. No podemos llegar a una edad adulta sin habernos visto, como pasó con nuestras madres y abuelas. 

Que sepamos qué hay entre nuestras piernas es primordial, el saber que podemos darnos placer es la forma en la que desarrollamos nuestra sexualidad de manera libre, cuando somos infantes notamos la diferencia con los hombres que se comienzan a masturbar y les resulta normal, pero a nosotras, ni siquiera nos dejan tocar, nos prohíben este acercamiento con nosotras mismas, esta comunicación entre cuerpo y placer es cortada y prohibida. Una mujer no es merecedora de placer porque su cuerpo no le pertenece, él es dueño de ella, ella solo está para servirle, es el mensaje que se nos da. 

Nuestra vulva la reducen a la vagina, mencionan que por ahí es que parimos porque es importante como mujeres el volvernos madres, sin embargo, por ahí nos penetran, nos violan, nos violan, nos violan y nos matan. La vagina, cálida, húmeda que tiene visitas en ocasiones malas, en la mayoría violentas, la vagina, que nos dicen es pecado tocarla y meterle los dedos para sentirte por dentro ¿te sientes? La piel arrugada, apretada, hinchada ¿realmente te sientes? 

Si la educación sexual para las niñas fuera buena de ahí derivarían muchos temas que a nosotras como mujeres nos ha costado entender a costa de violencias, como el consentimiento, el placer, el sentirnos dueñas de nuestras cuerpas, el saber que es normal lo válido de todos los cuerpos.

La vulva, la vagina, el clítoris, la uretra, los labios menores y mayores. La sexualidad transformada en flor que se marchita y huele bonito no nos representa, ni nos dice cómo ser mujeres ni cómo vivir la sexualidad. No somos sucias por sangrar cada mes, ni les extendemos una invitación a que quieran poseer nuestras cuerpas por los senos hinchados efecto de las hormonas. No tenemos porque disculparnos al ser la mujer que ustedes no quieren, las que se tocan, las que se quieren y le enseñan a las niñas reír más alto. 

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