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Tu imagen en mi reflejo

Por Ankaret Alfaro

Me estaba observando en el espejo, y me di cuenta de lo mucho que hay de ella en mi, tenemos los mismos lunares, las mismas cejas y mucho más allá de lo que yo podía ver en ese instante. Durante muchos años, mi familia me hizo odiar los aspectos similares; que si el carácter, que si los hábitos. Y voy a ser sincera, odié parecerme tanto a ella. Recuerdo que solía decir para mi misma, que jamás sería como ella, y ahora entiendo, que no fue mi culpa y mucho menos suya.

Aún recuerdo con mucho amor cómo se sentía ser arrullada por ella, me cantaba y acariciaba mi cabello de una forma que no podría describir el inmenso amor con el que conectábamos. Le encantaba peinarme y vestirme. Siempre fue una gran protectora, a pesar de que otras personas me dijeran que eso era exagerado, que pobre de mí, hoy se lo agradezco inmensamente. Y es que he de recalcar eso, no olvido el inmenso amor que nos conectaba, veía sus ojos y sólo podía ver un hogar, sentía sus brazos y sabía que nada podía pasarme.

Claramente hay cosas que no entendí hasta hace poco, como actitudes o acciones que para mi no tenían sentido y sólo me lastimaban, porque sus frustraciones las desahogaba en mi. Y es que claro, viviendo con la familia de su marido y únicamente teniéndome a mi de compañía, ahora sé que jamás tuvo intención de hacerlo, ahora entiendo que es humana, que tiene sentimientos externos a nuestra relación, que tuvo situaciones que vivir, una vida por enfrentar, que no todo se trataba de mí.

Estoy aprendiendo a no ser una hija egoísta, a ver a mi mamá como más que eso: como una gran mujer que es humana, que tiene una vida, que tiene sentimientos, que tiene problemas, que tiene crisis, que le gusta aprender, que se asombra, que tiene un gran sentido del humor, un carácter admirable, que vivió una juventud, que se enamoró, que tiene recuerdos que yo desconozco, que no toda su vida se trata sobre ser madre, y que está bien si a veces no quiere serlo, está bien la forma que haya decidido de maternar, está bien que se canse, la entiendo, y ya no la culpo.

Ahora, todas esas cosas que me dijeron que estaban mal en ella e hicieron detestar en mi, son las que más admiro y abrazo: no somos histéricas, enfrentamos situaciones que nos hacen estallar fácilmente, y eso no es malo; no tenemos un carácter “de la chingada”, somos explosivas, y además de ser una de las cualidades que actualmente más amo en mi, me ha salvado y ayudado a sobrevivir y enfrentarme a la realidad; la entiendo, y la abrazo. Ahora amo verla en mi reflejo.

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