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Instrucciones para terminar la brutalidad

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

La realidad de muchas mujeres en México empieza con la letra D: desollada, desmembrada, degollada. Aunque quisiera escribir líneas menos tristes para esta columna, el incremento en la cantidad y brutalidad de los asesinatos contra mujeres obligan a discutir con urgencia sobre el tema y plantear soluciones que ofrezcan mejores resultados.

Las estadísticas sobre el feminicidio en México son escalofriantes: las cifras oficiales reportadas por el SESNSP muestran un aumento anual progresivo: de 2015 a 2018 los feminicidios se duplicaron; mientras que de 2018 a 2019 hubo un incremento del 10 por ciento. Cuatro años de niñas que pierden una madre, amigas que entierran amigas y madres que sepultan hijas, mientras que la violencia de género pende sobre toda mujer cual espada de Damocles.

La respuesta oficial ha sido pobre en el mejor de los casos, indignante en el peor. Para López Obrador se trata de un problema más del espurio neoliberalismo, que puede combatirse con un decálogo de buenas intenciones y populismo penal. Aunque algunos morenistas dignos de todo honor han reconocido el error del análisis, otros han interiorizado la idea y defienden sin cuartel un diagnóstico erróneo.

El problema es que el neoliberalismo, si bien puede ser causal de escollos como precariedad laboral, debilitamiento del estado y desigualdad, es una mala explicación para la violencia de género. Tan solo al comparar las estadísticas de feminicidio de México con Chile, el país más neoliberal de América Latina, se puede ver que ese argumento no tiene sentido: en 2019 se cometieron 971 feminicidios en México, mientras que en el mismo año se cometieron 45 feminicidios en Chile. Dicho de otro modo, en el país donde López Obrador lloraría porque hasta el agua está privatizada hay veinte veces menos feminicidios que en México.

La realidad es que la violencia contra las mujeres es un fenómeno multidimensional y complejo, pero tiene detonadores que explican porque se ha convertido en un problema tan letal. En el caso mexicano, los detonadores más preocupantes –y sin duda alguna más ignorados- son la impunidad y la debilidad institucional de la Fiscalía General de la República.

El machismo mata, pero lo hace porque la impunidad lo permite. ¿Cómo esperamos que el feminicidio disminuya si 9 de cada 10 feminicidas van a quedar en libertad? Uno de los mejores disuasores contra el crimen son instituciones de justicia que procuren e impartan justicia de manera efectiva, sin dejar lugar a que los criminales escapen del castigo. ¿Y dónde está el origen de la impunidad? En la mayor parte de los casos, se puede encontrar en las fiscalías: las carpetas de investigación presentadas por los fiscales llegan a los jueces con serias deficiencias en su integración, pruebas contaminadas o inadmisibles y argumentos tan endebles que vuelven imposible aplicar una condena e impartir la tan necesitada justicia.

Sin embargo, esto no es una sorpresa, pues existe una tendencia histórica a ignorar las necesidades reales de las instituciones de seguridad como las fiscalías y las policías. Mientras que el número de policías en México no alcanza la tasa mínima de efectivos por cada 100,00 habitantes recomendados a nivel internacional, las fiscalías se encuentran con recortes que debilitan seriamente su actuación. Tan solo para 2020, el presupuesto aprobado para la FGR es mil millones de pesos menor a lo solicitado por la institución; contempla ajustes a la baja y reducciones para policías ministeriales y personal de peritaje; y encima no da espacio para implementar programas control de confianza, monitoreo y evaluación del desempeño. Y esto solo es en cuanta a la cantidad, porque en la calidad no se contemplan estrategias transversales de perspectiva de género, ni capacitación constante y focalizada en las áreas de oportunidad de la institución o indicadores útiles para evaluar la efectividad de las estrategias para abatir la inseguridad y la violencia de género.

Para reducir sustancialmente la violencia de género debemos voltear a ver las fiscalías de este país, y exigir que tengan el presupuesto adecuado, personal suficiente, capacitación con perspectiva de género y estrategias claras, útiles y medibles para acabar con este mal que mata a una mujer cada 3 horas. Cualquier otra respuesta que no conlleve fortalecer las instancias de la justicia es una excusa que asesinará por omisión a más mujeres en México.

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