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Resignificar la menstruación

Por Ankaret Alfaro

Es fundamental saber un poco acerca de los orígenes del tabú menstrual para reflexionar sobre su carácter cultural y resignificar de manera positiva nuestras cuerpas y nuestros ciclos. Muchas de las creencias negativas  de ésta son parte de un tabú antropológico judeocristiano que se heredó a las sociedades modernas. Delaney, Lupton y Toth, (1988), creían que la palabra “tabú”, posiblemente se originaba de “tupua”, palabra de origen polinesio que justo significa: menstruación. Y es así como en diversas culturas, se les trataba de impuras, pecadoras, sucias o inferiores a las mujeres menstruantes, se les alejaba cuando sangraban, se les alejaba de su cotidianidad, o no se les permitía lactar e incluso se les prohibía tocar la sangre propia.

Kate Millet, en Política Sexual, escribe:

La jerga contemporánea denomina la menstruación como The Curse (“la maldición”). Existen considerables evidencias de que las molestias que las mujeres sufren durante su período a menudo es probable que sean psicosomáticas más que fisiológicas, culturales más que biológicas, en su origen. (…) Contextos y creencias patriarcales parecen tener el efecto de emponzoñar las propias sensaciones físicas de las mujeres sobre sí mismas, hasta que a menudo esto se convierte verdaderamente en la carga que se dice que es…”

Es vital revisar la historia y sacarnos las vergüenzas, molestias, ascos y culpas  que sangran junto a nuestras cuerpas mes tras mes. Conocer nuestros ciclos y nuestra sangre es importante también para emprender un viaje hacia dentro de nosotras mismas. Entender que el origen de muchas de las molestias que justo se convirtieron en esa carga y molestia que nos hacen creer que es natural es gracias a, entre otras cosas, aquella venta de esos molestos tampones e  incómodas toallas que más que ser un beneficio termina perjudicándonos más y a costa de esto es como comienzan su cadena de comercialización de productos innecesarios que sólo logran hacernos sentir sucias e incómodas.

Cada una es libre de usar lo que más le parezca cómodo y lo que menos dañe su cuerpa, sin embargo sí hay que cuestionarnos cuales son los malestares que nos provocan esos productos y cuáles son las señales de alerta que mi cuerpa me comunica cuando algo anda mal.

Hay mujeres que nos invitan a recoger nuestra sangre y a no tirarla, ya sea poniendo en práctica el sangrado libre o usando una copita menstrual pues creen que nuestra sangre no es un desecho y que incluso contiene células madre, por ello también hablan de volver a poner en práctica lo que nuestras ancestras hacían con ella, pues la utilizaban para tratar heridas, fertilizar la tierra e incluso para tratamientos de belleza.

Algunos que más se invita a probar (nada se pierde, al contrario, le tomas amorcito a tu cuerpa):

  • Utilizar la sangre como abono para fertilizar la tierra o fortalecer plantitas, disolverla con agua y regarlas.

  • En el caso de tratamientos de belleza, nos dicen que puede servirnos como tratamiento para el cabello y mascarillas faciales. En el caso de usarla en el cabello sólo se tiene que diluir en agua, frotar el cabello y posteriormente enjuagar. Y para la mascarilla facial se puede poner directamente de la copa o en caso de estar en una toalla de tela, sacar la sangre diluida y puede mezclarse con alguna arcilla.

  • Utilizar la sangre como pintura para hacer tú arte.

Sin duda hay que trabajar en cuestionarnos esa simbología cultural negativa detrás de nuestras cuerpas menstruantes, es todo un proceso y un trabajo con nosotras mismas el tejer nuevos lazos conociendo y reconociendo nuestras cuerpas para tener una relación muy otra con nuestra menstruación.

A esto, adjunto el enlace a la columna de Samantha Vega, que también nos habla de otra mirada hacia nuestro ciclo: https://www.revistacolumnas.com/travesia-turbulenta

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