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Admonición: antes de la ruina

Por Ángel Estrada

Dirijo esta columna a toda aquella persona que quiera escuchar. Tal y como dice una cita bíblica: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Nunca la muerte acechó tanto a una humanidad tan modernizada y a un mundo tan sobrepoblado como lo ha hecho en el último año. Nunca tocó a nuestras puertas con tanto esmero, esperando la más pequeña invitación para entrar y actuar como sólo ella sabe hacerlo. Pero nunca, ni en los tiempos de la Peste Bubónica en medio de un mundo totalmente distinto al de hoy, los humanos nos habíamos permitido abrirle la puerta con tanta libertad, como si no la conociéramos implacable, como si fuéramos inmunes a ella, como si no fuera la única cosa que tenemos por bien asegurada.

La pandemia del COVID-19 le ha quitado la vida a más de 1 millón 600 mil personas en todo el mundo, y la cifra de contagios registrados por día va en constante ascenso, cuando creímos que, por lo que veíamos en Europa en el verano, lo peor de la pandemia ya había sido superado.

Un golpe de realidad, llamado rebrote, nos hizo ver que no era así, y que en realidad nos queda un largo camino por recorrer antes de siquiera ver el principio del desenlace, tanto en Europa como en Asia, tanto en Norteamérica como en Sudamérica. Siendo así, es tiempo de hablar brevemente de lo que sucede aquí, de este lado.

Decía yo que, como nunca antes, decidimos abrirle la puerta a la muerte, y por momentos que dominaban la escena, darle la menor importancia a algo que requería de toda la atención para evitar fatalidades mayúsculas. Hoy estamos parados frente a un escenario terrible, horroroso, funesto, y en otros tiempos, inimaginable; más de 114 mil muertos colocan a México como uno de los países con mayor letalidad respecto a la pandemia, lo que significan decenas de miles de familias enlutadas.

Desde octubre hemos visto un repunte en los casos activos y muertes en la Ciudad de México, y apenas hace unos días se alcanzó y rebasó el punto máximo alcanzado en junio. Por si no se entiende, estamos atravesando el peor momento de la pandemia desde que el virus migró a nuestro país. Sí, previo a las fiestas decembrinas.

¿Qué riesgo conlleva? Que hemos caminado nueve largos meses junto al COVID-19; existe un hartazgo humano y justificado por el hecho de estar encerrados, por no poder continuar con las rutinas conocidas y con las cosas por conocer; hubieron quienes jamás pudieron permitirse quedarse en casa porque debían trabajar para ganarse la comida del día, hubieron quienes no se quedaron en casa simplemente por ignorancia o egoísmo, y hay quienes respetaron el confinamiento semi obligatorio hasta la llegada de la “nueva normalidad” y después regresaron a sus centros de trabajo o a salidas intermitentes, y hay quienes todo este tiempo han salido solo en contadas ocasiones para conseguir comida y víveres. Pero hay hartazgo, un hartazgo acumulado que está explotando en el peor momento: las fiestas de diciembre

Diciembre es el mes donde las familias se reúnen, se apapachan y conviven, desde el 12 de diciembre, con las fiestas guadalupanas, pasando por las posadas, la navidad y hasta la víspera de año nuevo. Por lo tanto, diciembre es uno de los meses con mayor movilidad, sobre todo en las grandes urbes como la Ciudad de México.

Regresemos al punto: Pese a que ya han sido rebasados los parámetros para volver al semáforo rojo en la Ciudad de México, ante la alza extrema de casos y la ocupación de 8 de cada 10 camas de hospital, ni la Jefa de Gobierno ni el Gobierno Federal han querido regresar al semáforo rojo, cerrar y/o limitar actividades no esenciales y centros de mucha aglomeración, porque además de encontrarse en el punto más crítico de una crisis sanitaria, la ciudad también está al borde del colapso económico.

Por lo visto en las últimas semanas, las autoridades no habrán de regresar a un punto que ponga en mayor riesgo la economía capitalina, aún cuando ello pueda costar una saturación hospitalaria traducida en una mayor pérdida de vidas por COVID-19.

Es por lo anterior que este es quizá el último llamado que podemos hacer a quienes sí tienen la oportunidad de quedarse en casa, antes de que no queden más camas disponibles en los hospitales de la metrópoli:

En Revista Columnas, y yo, como ser humano, reconocemos que estás harta, que estás harto, y que puedes llegar a pensar que en algún momento “te va a tocar”, o que debes vivir la vida al límite, o que una salida no va a significar nada, o que no traer cubrebocas por un momento en espacios cerrados no va a provocar ni causar ningún daño. Pero hoy te invito, te invitamos a que reflexiones, que pienses una vez más antes de salir, que proyectes tu mirada en aquellas personas a las que amas, con las que convives, quienes son importantes para ti. Estoy seguro de que no deseas que la próxima vez que puedas ver a tu padre, a tu madre o a tus abuelos, a tus amigos, tías, tíos y allegados sea en una urna de cenizas. Estoy seguro de que alguno consume tabaco, o que alguno de ellos sufre alguna enfermedad crónico-degenerativa, ya sea diabetes, cáncer, hipertensión, etc., o que rebasa los sesenta años, y estoy seguro de que sabes que si llegan a contagiarse será muy probable que sufran daño pulmonar irreversible y mueran de una manera lenta, agonizante y horrorosa, sintiendo cómo se apaga su respiración. Si no lo sabías, ahora lo sabes.

No seas egoísta contigo mismo ni con quienes te rodean. Todo mundo está pasando por lo mismo que tú, por momentos de angustia, de sofocación, de desesperación, de hartazgo, pero esto va a terminar, y es preferible que sacrifiques tiempos breves ahora y no toda una eternidad mañana, que puedas abrazar en presencia el día de mañana, y no abrazar solo una fotografía lo que queda de tu vida.

Si saldrás a ver a tu familia en navidad, porque ya lo tienes decidido, te recomiendo que como acto de amor te aisles desde ahora en casa y no salgas hasta ese día; solo así podrás disminuir el riesgo de contagiarte y contagiarlos.

Si de todas formas vas a salir estos días, usa siempre cubrebocas, llévalo bien puesto, cubriendo desde la nariz hasta la barbilla, y siempre con sana distancia. Si tienes careta o googles, úsalos.

Si las autoridades están atadas de manos para limitar la movilidad, entonces cooperemos unos con otros para salir adelante y frenar los contagios y las muertes.

No te arriesgues ni pongas en riesgo la vida de los demás, no lo vale, nada, absolutamente nada lo vale.

SI TIENES LA OPORTUNIDAD, POR FAVOR, ¡QUÉDATE EN CASA!

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