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Bases criminales.

Por: Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen.

Mi bisabuelo solía decir que en las crisis hay dos personas: quienes lloran y quienes fabrican pañuelos. La crisis actual nos hace pensar de emprendedores que generan oportunidades económicas o sociales que sortean el aislamiento social a través del ingenio y la creatividad, pero la historia no termina aquí, pues para los grupos del crimen organizado también está representando una oportunidad de afianzar el control territorial a través de acciones enfocadas en las comunidades.

Esto ha sido el caso en algunos estados del norte, donde operadores de los diversos grupos del crimen organizado se han dedicado a repartir despensas entre las poblaciones rurales y empobrecidas del país. Entre todas las fotos, hay una que define visualmente lo surreal del asunto: un joven recibe con una sonrisa la despensa de los matones, pero sus pantalones traicionan el miedo de ser abordado por camionetas con hombres fuertemente armados y enmascarados.

Por un momento, parece que los criminales se sumaron a la solidaridad de los tiempos de crisis. Y aparentemente, no es un fenómeno local. En toda América Latina se observa un momento de “sensibilidad social” criminal. En Honduras y Guatemala, por ejemplo, los grupos dedicados a la extorsión anunciaron la suspensión de pagos por concepto de derecho de piso, mientras que las pandillas criminales de las favelas brasileñas han impuesto toques de queda para aplanar la curva de contagios, con mensajes de quédate en casa o traga plomo.

Pero no hay que confundirnos, esto no se trata de solidaridad con los más necesitados, sino de una estrategia de fortalecimiento de los grupos criminales mediante un reemplazo del estado. En general, los gobiernos latinoamericanos son incapaces de hacer valer el estado de derecho en todo su territorio. El caso mexicano se replica con mayor o menor medida por la región: La justicia y la legalidad son solo palabras para muchas regiones, los gobiernos locales no tienen ni la capacidad técnica ni la voluntad política para garantizar soluciones, y las fuerzas del crimen organizado compiten contra las autoridades legítimas por mandar de manera práctica en ciertas regiones.

En este contexto, la crisis del coronavirus les está dando una oportunidad invaluable a muchos grupos criminales de construir bases sociales que los acepten como autoridades legítimas; pues, mientras que el estado se encuentra enfocado por la creciente miríada de problemas sanitarios, económicos, políticos y de seguridad que implica el Coronavirus, los grupos del crimen organizado solo necesitan generar estrategias de transferencias directas para crearse una imagen relativamente positiva ante ciertos sectores sociales.

Las autoridades tienen que entender esto. En el caso mexicano, el gobierno federal debe entender las consecuencias a largo plazo que traerá ignorar este problema. Después de una ciudad prácticamente sitiada, esas despensas son el reflejo de una ingobernabilidad creciente que estará apuntalada por respaldo popular.

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