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Nombrar la violencia

Por Melissa Cornejo.

Durante las últimas semanas, al estar inserta en un contexto muy específico en el que se ha abierto la conversación respecto a la violencia, me he encontrado comentarios de personas que aseguran que los jóvenes nos hemos inventado nuevos términos para victimizarnos, pero que estos son moda y carecen de fundamentos. Me hubiera gustado explicarle a cada una de esas personas que la violencia existe, la nombremos o no, pero que encontrar palabras para señalarla nos ayuda a combatirla. Me hubiera gustado tener la paciencia de decirles que cada uno desarticula la violencia según sus recursos. Pero en ese momento el corazón no me alcanzaba para tanto, y por no dejarlo pasar, hoy me siento a escribir esta columna.

Por motivos de extensión en esta entrega hablaré solamente de la teoría del doble vínculo, o doble mensaje, propuesta por el antropólogo Gregory Bateson en 1956. A través de esta buscaba encontrarle una explicación a la esquizofrenia que no se centrara exclusivamente en lo orgánico, sino que por primera vez se pusiera el acento en las relaciones humanas, específicamente en situaciones comunicativas.

El doble vínculo se genera al emitir dos o más mensajes contradictorios al mismo tiempo, y para que este exista tienen que presentarse condiciones muy específicas: la contradicción debe ser ambigua y difícil de señalar; debe existir una relación interpersonal significativa como base para que genere angustia no poder descifrar el mensaje, y sea importante complacer al emisor; y por último, este tipo de comunicación contradictoria debe sostenerse en el tiempo.

El receptor de este doble mensaje se encuentra inmerso en situaciones en las que pierde sin importar qué decisiones tome, pues es castigado cuando discrimina el mensaje correctamente y cuando no, por lo que con el tiempo aprende a dudar de su capacidad para comprender y para comunicar. Es gracias a esta ambigüedad que el sujeto se encuentra ante la imposibilidad de metacomunicar y aprende a caminar de puntitas entendiendo que lo único predecible es lo impredecible, y que un paso en falso puede provocar que se abra el piso debajo de sus pies. 

Con la finalidad de darle profundidad y calor a lo expuesto hasta ahora, mencionaré una situación que a todos nos resultará familiar: cuando una víctima rompe el silencio se encontrará acorralada por gente cercana que le cuestionará por señalar, pero también le recriminará no haber señalado esas situaciones a tiempo. La víctima pierde si habla, o si no lo hace. La única certeza que tiene en ese contexto es la de haber tenido la posibilidad de tomar dos caminos que la llevarían al mismo sitio; dos escenarios en los que perdería invariablemente.

Con la nueva responsabilidad que hoy se posa sobre mis hombros, señalaré el doble vínculo, más que como una falla en la comunicación humana, como un abuso que a su vez viene acompañado de otras manipulaciones como el gaslighting. Es propio de campañas de desprestigio, acusaciones falsas y relaciones violentas. A través de él se busca estigmatizar y deshumanizar a la otra persona haciéndole dudar hasta de su capacidad para relacionarse y comunicar.

Si bien a día de hoy esta teoría no ha sido plenamente aceptada como única causa no biológica de la esquizofrenia, ha sido un maravilloso aporte al mundo de la psicología y es vista como la primera hipótesis que busca una relación entre la comunicación y la salud mental y sentó las bases para que otros investigadores vieran el abordaje terapéutico desde la comunicación como una posibilidad. Todo esto al margen del psicoanálisis -que a veces parece tan lejano de la psicología-, por supuesto.

Es gracias a este constante nombrar los abusos que hoy podemos asegurar que el doble mensaje, -y la comunicación ambigua como amplio espectro-, enferma y psicotiza. Como tantas cosas en la vida, la comunicación entre más clara, mejor. 

¿La solución? Como buena psicóloga responderé: ‘’depende’’. Podemos empezar por aceptar que hay gente a la que nunca le haremos entender el daño que ocasiona, y que la resignación es otra cara de la libertad. Podemos ignorarles y salirnos de su narrativa. Podemos no responder y dejar de romantizar la dialéctica. Podemos señalar el doble mensaje para desmontarlo y quitarle el poder que tiene sobre nosotros. O podemos, con todo lo que eso implica, aprender a tomar decisiones con las que podamos vivir.

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