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La filosofía de la historia: Kant y Hegel

Por Ankaret Alfaro

Existe un devenir en cuanto a las propuestas acerca de las concepciones de la historia, se van estructurando y reconfigurando nuevos pensamientos respecto a la naturaleza el hombre y su razón de ser, las cuales son estructuradas por el trabajo de las diversas generaciones de filósofos pertenecientes a múltiples y distintos contextos históricos, que son factores importantes al presentar planteamientos sobre sus percepciones e interpretaciones respecto a su filosofía de la historia.

Para comprender la percepción de Kant (Königsberg, actual Rusia, 1724), se tienen que remarcar las ideas más importantes en cuanto  su percepción en la historia: en primer lugar, plantea que toda historia tiene características que preceden de la cultura griega y en ese sentido comprende al “destino” como una visión consoladora del futuro dirigida al <progreso>, y éste dependía de una claridad en sus sujetos, es decir un perfil sujeto a la idea europea y helénica que tenía que abarcar su población, (consecuentemente las culturas originarias de América a las que mantenían en proceso de evangelización y occidentalización no entraban en este ideal, necesitaban pasar a ser parte del imaginario y realidad europea para congeniar y alcanzar ese destino idealizado). En este punto se podría comparar esta idea con la de Hegel (Alemania, 1770) sobre todo respecto ante la variación de su concepto de colonialismo, mismo que apoyaba la idea de colonizar a los nativos para obtener una racionalización de la “barbarie”, pero a diferencia de Kant, él veía las semillas que cultivaban nuevas formas de pensamiento y constante fluctuaciones en la erradicación de pueblos y caída de esas culturas.

Lo anterior también se percibe a partir de las distinciones que hace entre la fe y la razón, en donde la fe pertenece a la parte consciente de la razón y ese conjunto debe tener una consciencia de sí misma por lo que debe formar parte de las personas conglomeradas en sociedad; aquel pueblo que no contara con esa característica no podía formar parte de la historia.

 

Kant también entiende que la historia comienza a partir de la aparición del sujeto histórico como sujeto activo y moral quien ejerce todas sus acciones partiendo de la voluntad y la razón, poniendo en controversia las pasiones, el uso moral o práctico de la razón y el anclaje al mundo natural.

También es importante considerar que si bien Kant niega y rechaza la existencia de leyes naturales en la historia, también concibe que en ella opera una lógica bajo la forma de progreso y perfección, “un plan secreto de la naturaleza”, pero ese plan únicamente se llevará a cabo a partir de que el hombre se establezca como sujeto autónomo, cosa que se da partiendo de la ilustración.  

La “Fórmula kantena” fue la conclusión a la que Kant llegó a partir de pasos que Kant desarrolló a partir de sus observaciones en donde explica principalmente dos términos de suma importancia: en primer lugar la universalidad, que recae en una moral variante de una serie de principios que trascienden el tiempo en la que explica que el ser humano debe ser considerado como un “fin”, es decir, con una vida que se base en algún propósito previamente marcado por el destino, pero no debe ser tomado ni utilizado para llegar a ese propósito, ya que eso sería pensarlo como un medio o vehículo que fuerce e intervenga sobre sobre el. Por otra parte, negaría la afirmación de Aristóteles respecto al ser como anterior a las partes, poniéndola en duda afirmando que el ser es perteneciente a la sociedad desde que nace, no antes.

En segundo lugar, la finalidad, en la que propone una “paz perpetua” del ser humano al finalizar su recorrido por el mundo, misma que enfoca a partir de la idea de progreso, en la que se desprende una expansión o una universalización para lograrlo basándose en la occidentalización de todos los pueblos para que merezcan y pertenezcan al modelo que llevará al mundo a la total perfección.

También nos habla de tres concepciones referentes a los rumbos que ha transitado la humanidad (historia profética de la humanidad), las cuales son: en primer lugar un continuo retroceso (terrorismo moral) en la que propone que la humanidad siempre ha ido dirigida al caos, sin un desarrollo de su naturaleza que como consecuencia haya resultados de desaparición y consumo de la especie, cosa que podría provocar un comienzo con “bien”, pero fue descartada al demostrar que si la raza humana fuera de esta manera ya habría llegado a su final (en realidades y no suposiciones), sin haber construido nada; después estaría el progreso (eudemonismo) que supone una variación entre la moral: que nunca llega a estar realmente inclinada hacia un lado de lo bueno y lo malo, y quedaría de manera central, suspendida justo al medio de los dos extremos, provocando que las probabilidades de la idea de un fin de la humanidad sean nulas.

La tercera es un estancamiento (abdertismo), marca una asimilación con Aristóteles y su idea de que la finalidad del humano es la felicidad, Kant lo amolda a su perspectiva a partir de la acumulación de virtudes que se tiene en vida para llegar a esa felicidad, pero desde términos cosmopolitas en los que tiene como objetivo que los sujetos individuales (hombre cartográfico) trasciendan a conformarse en sujetos colectivos, al cuestionamiento moral del hombre al no poder definirse como neutral y haber pasado por el devenir en las interpretaciones entre el bien y el mal, cosa que podría comprobarse con base en las pruebas de la historia que ha caído en una marcha dirigida hacia el progreso de la humanidad.

Para Hegel, Kant fue un punto de partida en el que sólo rescató su idea de dar crédito a los procesos históricos como los que intervienen para conformar la racionalidad humana que al mismo tiempo dota de sentido a la vida de los hombres y ayuda a comprender la relevancia del dominio de occidente sobre los demás continentes al ser quienes predican acerca de la razón.

Para el siglo XVIII, la historia aún no era considerada una ciencia, hecho que desató un debate entre la pragmática racional (pensamiento dualista), cosa que a Hegel, le fue suficiente para inclinarse hacia lo racional; para él no tenía ningún valor o aporte la acción de contar los datos históricos de manera oral entre los individuos, pues discutía que detrás de todo fenómeno hay una razón, un antecedente y un significado, por lo que no se podían analizar únicamente como un serie de contingencias carentes de sentido, y a partir de esto se propone la “historia universal”, por medio de las fluctuaciones, las contradicciones y concilios de los fenómenos naturales con un “espíritu absoluto” que no puede dejar de cambiar y que han tenido todos los pueblos a pesar de ser sumamente distintos entre sí. Comenta, que para que pueda existir este espíritu, es fundamental la tensión entre lo objetivo y lo subjetivo.

   Una distinción fundamental entre la filosofía de Hegel y Kant, es que Hegel diferencia su “progreso” para llegar a la libertad del ser, focalizándolo como una “evolución” del hombre, en donde explica qué es el desarrollo para dar pie al concepto de libertad. “El hombre educado es aquel que sabe imprimir en toda su conducta el sello de universalidad, el que ha abolido el particularismo, se han organizado d un modo racional fundándose sobre el principio de libertad”[1].

 

Como configuración general de la historia (...), la dirección de buscar en el interior de sí y de saber y determinar a partir de sí mismo lo que es justo y bueno, aparece en épocas en las que lo que rige como tal en la realidad y las costumbres no puede satisfacer a una voluntad superior; cuando el mundo de la libertad existente le ha devenido infiel, aquella voluntad ya no se encuentra a sí misma en los deberes vigentes y debe tratar de conquistar en la interioridad ideal la armonía que ha perdido en la realidad [2]

 

Kant, por su parte, dentro de su noción de progreso explica sus causas basándose en dos puntos que entiendo por el “derecho al derecho” y el “fin”; la primera es que ese derecho se consigue a partir de la moral, y de una manera más compleja como él lo propone: mediante una constitución republicana, y para que ésta funcione tendría que existir una participación igualitaria que incluya y relacione a todos, podría ser como una concepción dirigida a un sentido de división “antropológica-helénica”, en la que todos los seres humanos tienen cierta conexión o un aspecto que les relaciona que hace que participen.

En ese sentido, nos advierte de lo sumamente necesario que sería llevar acabo normas y derechos que adhieran un sentido de pertenencia cada individuo haciendo que el pueblo tenga esa visión del devenir y de la misma manera, que no sean personas ajenas quienes organicen y lleven acabo la tarea de proponer esas leyes y normas, sino que sean ellos mismos quienes las propongan pues sería una tarea fundamental que determine el resultado final. En segunda instancia, el término “fin”, que dividirá en dos segmentos con diferentes perspectivas: uno al que llamará “el fin de todas las cosas” en donde resulta inasequible el tránsito de un tiempo hacia lo eterno: no es medible ni comprensible, sino es un suceso que no depende ni de una cronología, eventos o resultados pragmáticos, pero sí se entiende de un orden moral en cuanto a su esencia y del “fin de todos los tiempos” que supone del término del mundo como lo conocemos; concluye en un acto físico en el que las personas dejarían de existir, así como todo lo material, pero no supondría alguna consecuencia en el transcurrir de los días o cualquier otro tipo de medida del tiempo, pero esto siempre y cuando la causa para llegar a fundir el logro del ser humano sea su moral.

 

Para finalizar, cabe recalcar la importancia en cuanto a la opinión de ambos autores respecto a lo que abordaron acerca de la religión como interviniente o relacionada al propósito de la historia. Hegel, tomaba en cuenta esa falta racional de la iglesia católica con Agustino como padre fundador, siendo de una cátedra en la que no hacían acreedor de su autoconocimiento al practicante, a diferencia del cristianismo germánico con Lutero, que era considerablemente más objetiva (cosas que son razonables y pueden contar con alguna demostración), por lo que promovía a sus fieles la capacidad deliberativa que los haría libres en sus decisiones y poder saber o tener alguna justificación para sus los pecados cometidos. Es esto lo que sería la racionalización del cristianismo para Hegel.

En cuanto a Kant, dirigido a una antropología optimista (a diferencia de Hobbes y Machiavelli) en donde percibe un entorpecimiento de la ética en todas estas prácticas de la religión. “Los profetas judíos podían profetizar que, en corto o largo plazo, su Estado no sólo decaería, sino que se disolvería por completo; porque ellos mismos eran autores de ese, su destino”[3] y también del ejército (este último un tanto contradictorio debido al estado en el que se encontraba su país en ese momento, pero con la esperanza de que aquello pudiera corregirse poco a poco).

Tanto para Kant como para Hegel, la filosofía de la historia resultó en un trayecto que idealizarían durante toda su vida académica y que incluso en la actualidad sirve de base filosófica para comprender los criterios y pensamientos que regían en Alemania y el resto de Europa occidental.

[1] GEORGE, Hegel, lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid, alianza editorial, 1980, p.69

[2] Íbid, p. 170-171

[3] IMMANUEL, Kant, Filosofía de la historia, México, fondo de cultura económica, 1978, p.96

Bibliografía:

  • ALVAREZ DOMÍNGUEZ, Isaac: La filosofía kantiana de la Historia. UniversidadComplutense, Madrid, 1985.

  • GEORGE, Hegel, lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid, alianza editorial, 1980

  • IMMANUEL, Kant, Filosofía de la historia, México, fondo de cultura económica, 1978

  • PELIGERO ESCUDERO, Fernando L. “El concepto hegeliano de la historia de la filosofía”

  • ROSALES BUSCH, A.M. Los sistemas de Kant y Hegel. Córdoba. Teológicamente. http://teologicamente.com/2011/05/los-sistemas-de-kant-y-hegel/

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