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Una propuesta modesta

Por Jorge Kahel Ruizvisfocri Virgen

La propuesta de Indira para generar ahorros terminando con la burocracia dorada y fusionando secretarías es excelente. Solo tiene un problema: no es lo suficientemente ambiciosa. ¿Para qué queremos reducirlas a siete, cuando podemos pensar a lo grande y fusionar todas las dependencias de gobierno en un solo despacho del bienestar? ¡Imaginen los ahorros! Sin tanto burócrata, terminaremos con el derroche gubernamental y podremos emplear el dinero en lo que realmente funciona: programas sociales.

Pero ¿no quedará desatendida el arte y la cultura? Con el dinero de los programas sociales, los colimenses podrán comprar papel y lápiz para escribir cuentos, poemas y novelas; acuarelas para pintar bellos paisajes, o madera para tallar esculturas. Incluso, si se organizan entre varios, podrían ahorrar para una cámara: la magia del cine y la fotografía a través de la organización comunitaria. ¿Y la inseguridad? Con las becas ningún joven en Colima volverá a delinquir. La poca delincuencia que quede -responsabilidad de foráneos, obviamente- podría ser atendida por las mismas personas si pasan su apoyo del bienestar a un vecino vigilante que cuide lo que es de todos. ¿No quedarían abandonadas las adicciones, enfermedades crónicas, atención a las discapacidades y otras problemáticas? Claro que no. Los programas sociales llegarán a quien más los necesita, por lo que no extrañaremos esas “políticas focalizadas” de la noche neoliberal. Además, debemos confiar en la bondad de la gente: las familias van a cuidar a los suyos, por lo que todos esos burócratas de los mal llamados “institutos” salen sobrando.

Terminar con la burocracia tiene un beneficio adicional: edificios desocupados. Reduciendo el gobierno a un solo despacho, los edificios “gubernamentales” quedarán vacíos. Las posibilidades son infinitas: salas de junta convertidas en aulas de teatro, oficinas convertidas en salones de clase, cocinetas de oficina convertidas en comedores comunitarios, y un montón de infraestructura para convertir en vivienda digna, sin tener que tocar el guardadito de todos.

Indira tiene una buena idea, pero no está aprovechando plenamente su potencial: no necesitamos mal gobierno -no necesitamos gobierno, de hecho-, cuando podemos invertir directamente en nuestra gente. No hacen falta esos ostentosos “expertos” cuando podemos confiar en el pueblo para que resuelva sus problemas.

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